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Eugenesia: la búsqueda del humano perfecto

Por: MDC. Daniela Paz Aguirre
Maestra en Derecho Constitucional y Derechos Humanos, por la Universidad Panamericana de México
dannypaz2107@gmail.com

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De 1939 a 1945, durante el periodo de la Segunda Guerra Mundial, Adolfo Hitler y sus jerarcas encontraron la manera de llegar a la médula de la sociedad alemana, basando su política bélica en un eje central: la prevalencia de la raza aria. Para tal efecto, se encomendó la tarea al líder de la Schutzstaffel o Escuadras de Protección (abreviado SS), Heinrich Himmler, quien ideó las lebensborn o guarderías nazis, como se les conocería. La política eugenésica nazi fue un movimiento sin precedentes que buscaba poblar Alemania de niños rubios, altos y de ojos azules, destinados para ser la élite de la sociedad y, al mismo tiempo, eliminar a los que padecían alguna discapacidad o enfermedad mental.

Para lograrlo, se elegían cuidadosamente a las mujeres solteras que tenían los rasgos más nórdicos de Alemania, Noruega, Bélgica y Francia, quienes habrían de procrear niños fuera del matrimonio con miembros de la SS. A cambio, se les otorgaban servicios de salud, alimentación y estancia de primera calidad.

Al término de la guerra, las lebensborn fueron muestra de los planes maquiavélicos de Hitler, Himmler y su círculo más cercano para crear un mejor linaje, aunque no precisamente fueron los primeros y, definitivamente, tampoco los últimos.

La eugenesia, de acuerdo con la RAE, es un “estudio y aplicación de las leyes biológicas de la herencia orientados al perfeccionamiento de la especie humana”. Si bien los alemanes dejaron cuenta de la política eugenésica que concebían, no fueron los primeros en aplicarla. En Esparta, los niños –al nacer– eran llevados a un lugar denominado Lesjé, en donde los ancianos de la ciudad los revisaban para comprobar que estuvieran libres de alguna malformación física o retraso mental. Los niños “defectuosos” eran abandonados a su suerte y, en la mayoría de los casos, morían poco tiempo después. La razón de dicha práctica obedecía a la naturaleza espartana, que pretendía tener guerreros fuertes de mente y cuerpo para preservar su dominio sobre las otras polis griegas.

Posterior a la Segunda Guerra Mundial, las políticas eugenésicas han sido modificadas y hoy se presentan como herramientas que prometen erradicar enfermedades como el cáncer, alzhéimer o VIH. En el año 2015 se publicó, en la revista Science, el descubrimiento de lo que es –hasta el momento– el instrumento genético más importante, Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna presentaron la tecnología CRISPR/Cas9, una especie de tijeras de ADN que permiten cortar material genético y reemplazarlo con otro.

Pero el humano siempre ha querido más y ha puesto a la comunidad científica en estado de alerta. En noviembre de 2018, el doctor He Jiankui, de origen chino, lanzó un video donde afirmaba haber modificado genéticamente a unas gemelas para que nacieran inmunes al VIH. La noticia no se ha confirmado, pero los círculos más influyentes en bioética han levantado la voz para evitar que la información se utilice con fines contrarios a la ciencia.

¿Dónde radica primordialmente la desconfianza de la comunidad de bioética? Bueno, pongámoslo de esta manera: si la técnica de edición genética CRISPR/Cas9 es capaz de reemplazar material genético para evitar enfermedades, ¿podría modificar las características físicas de una persona? De acuerdo con Ronald Green, fundador de la Oficina de Ética Genómica del Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano de los Estados Unidos de América, es muy factible. Según sus palabras, sería tanto como “realizar cientos de cirugías plásticas” a los bebés antes de nacer.

En cualquier caso, estamos frente a un nuevo tipo de eugenesia. Elegir el sexo, el color de ojos, las habilidades y las destrezas o incluso el coeficiente intelectual de tu hijo es una realidad a corto plazo.

Nos tomará algunas décadas percibir el efecto colateral de practicar eugenesia en los niños del mañana, pero, sin duda, es inevitable pensar en la película Gattaca (1997), de Andrew Niccol, la cual propone una “subespecie” al servicio de los individuos óptimos por modificación genética.

Y tú, ¿cuánto pagarías por un hijo perfecto?