“La gente tiene más temor a la muerte que al dolor. Es extraño que teman a la muerte.
La vida duele mucho más que la muerte. Cuando la muerte llega, el dolor termina”.
Jim Morrison
Eutanasia proviene del griego eu-thanatos, que significa “buena muerte”; en la actualidad esta palabra tiene dos vertientes: activa y pasiva, refiriéndose la primera a la acción y la segunda a la omisión por personal especializado en la salud, con la finalidad de dar muerte sin dolor a las personas con enfermedades terminales, actos que tienen una intensión “compasiva” hacia el enfermo.
Aunado a lo anterior, existe la eutanasia voluntaria y la involuntaria, para cualquiera es indispensable que una persona externa induzca la muerte del enfermo; en el supuesto de que el propio paciente sea quien se provoque la muerte –previo a que un médico le proporcione los medicamentos letales adecuados– se le llama suicidio asistido.
La Ley General de Salud, en su capítulo IV, de los derechos, facultades y obligaciones de los médicos y personal sanitario, específicamente en su artículo 166 Bis 21, señala a la letra: “queda prohibida la práctica de la eutanasia, entendida como homicidio por piedad, así como el suicidio asistido, conforme lo señala el Código Penal Federal, bajo el amparo de esta ley. En tal caso se estará a lo que señalan las disposiciones penales aplicables”.
La comunidad médica está dividida en cuanto a esta práctica y a su legalización, por el principio al juramento hipocrático que en su párrafo cuarto dice: “jamás daré a nadie medicamento mortal, por mucho que me soliciten ni tomaré iniciativa alguna de este tipo; tampoco administraré abortivo a mujer alguna. Por el contrario, viviré y practicaré mi arte de forma santa y pura”, lo cual trae a denotar que juraron respetar la vida del paciente, siendo un parteaguas para muchos otros, que ven más allá del sufrimiento y dolor tanto del paciente como de los familiares y amigos.
Legalmente, existe una responsabilidad jurídica a quien la práctica, ya que en México está penada por la ley y es considerada homicidio, los países que permiten esta práctica, y la del suicidio asistido, son Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo, Colombia y Canadá, por su parte Suiza y estados como Oregón, Washington, Montana, Vermont y California, de Estados Unidos, así como el estado de Victoria, en Australia, permiten únicamente el suicidio asistido.
Sin embargo, esto no significa que en México estamos totalmente atrasados en este tipo de actos; hay una opción para enfermos terminales, personas con padecimientos crónicos o para quienes no desean recibir cuidados extraordinarios o actos heroicos que tengan como finalidad mantenerlos con vida, cuando no existe acción médica o humanamente posible que les pueda recobrar su salud o su pleno estado físico.
Esta práctica legal es a la que denominamos voluntad anticipada o bien morir, lo cual significa respetar la decisión previa del paciente de no llevar a cabo medidas heroicas, sino dejar el curso de la enfermedad, prolongando o no su existencia, a través de tratamientos médicos, justificada en la autodeterminación y dignidad de la vida humana y el derecho de poder ejercer estos fundamentos.
A pesar de que existe la ley de voluntad anticipada aprobada y vigente en 14 estados de la República, en algunos ni siquiera es divulgada ni llevada a la práctica por el desconocimiento de los juristas, personal de la salud y la población en general, y no tanto por estar o no de acuerdo.
Las entidades con esta ley vigente son: Ciudad de México (2008), Coahuila (2008), Aguascalientes (2009), San Luis Potosí (2009), Michoacán (2009), Hidalgo (2011), Guanajuato (2011), Nayarit (2012), Guerrero (2012), Estado de México (2013), Colima (2013), Oaxaca (2015), Yucatán (2016) y Tlaxcala (2016).
Esta ley, consiste, tal y como lo manifestó la Secretaria de gobernación, Olga Sánchez Cordero, en la decisión que toma una persona de ser sometida o no a medios, tratamientos o procedimientos que pretendan prolongar su vida cuando se encuentre en etapa terminal y, por razones médicas, sea imposible mantenerla de forma natural.
Otorga el derecho de llevar a cabo un instrumento legal, parecido al testamento, en la que los ciudadanos, ya sea sanos o con una enfermedad incurable, pero consientes y en plenas facultades mentales, pueden, ante fedatario público y dos testigos, realizar un documento de Disposiciones Premortem, en el que expresen su deseo de que les sean o no aplicados medios extraordinarios que prolonguen artificialmente su vida (tratamientos o procedimientos médicos), este instrumento tiene costo, según la notaria, aunque en algunos estados, como la Ciudad de México, existen formatos en los hospitales que, de forma gratuita, son entregados a los pacientes.
La eutanasia y el suicidio asistido siguen generando debate y polémica en nuestra población, sin embargo, considero importante retomar los temas en nuestro congreso y la comunidad, ya que tendrán por finalidad abrir un espacio de opinión y reflexión en la sociedad mexicana, así como de regular este medio para las personas que lo elijan para sí mismos o para un familiar en imposibilidad de solicitarlo.
Más que ser controversial por la ideología o las creencias, es tener el derecho a dejar de sufrir y que el estado mexicano pueda garantizar los medios adecuados para morir de la forma más digna a la que se pueda acceder y con el menor sufrimiento posible.
La muerte es lo único seguro que todas las personas tenemos, si bien no decidimos cuándo nacer ni conocemos la fecha exacta para morir, es imprescindible poder elegir la forma de hacerlo, limitar el sufrimiento innecesario personal y familiar, que altera la vida de quien está en esa situación, reducir el dolor y, por qué no decirlo, el endeudamiento económico de los familiares, pues en este país pareciera que las enfermedades son un negocio rentable para algunos cuantos.
Fe, creencias, juicios, empatía, rechazo, milagros, ciencia, son algunas de las palabras que envuelven la eutanasia y el suicidio asistido, y por eso son temas tan controversiales en nuestro país y en el resto del mundo; tal vez significa que no estamos preparados cultural, sociológica y mentalmente para afrontar la muerte, soltar y dejar ir, pero, me pregunto, ¿quién sí?