La manera tradicional de hacer negocios se está modificando, poco a poco hemos migrado a un mundo tecnológico, globalizado y de cambios constantes; las personas a cargo de equipos de trabajo deben acoplarse de manera integral a las exigencias y demandas que sus colaboradores y el mercado actual demandan.
Un líder está concebido como una persona con alto grado de análisis en áreas como tecnología, finanzas, economía, atención al cliente, marketing y estadística, entre otros; lo cual solventa problemas y otorga resultados en el área a la que fue asignado, pero se ha limitado el conocimiento de las emociones humanas, las cuales son condicionantes, a largo plazo, para que sea capaz de manejar cualquier situación que se le presente.
La inteligencia emocional (IE) es una herramienta que apoya al líder a encaminar el trabajo que él y su equipo pretenden realizar. Según la definición del psicólogo Daniel Goleman, es “la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los ajenos, de motivarnos y manejar bien los sentimientos en nosotros mismos y nuestras relaciones”, esto nos lleva a considerar que un buen líder toma en cuenta su sentir y el de quienes lo rodean, para permear de manera íntegra las motivaciones que los demás necesitan en el logro de objetivos; se involucra con su personal; cuenta con habilidades sociales para influenciar a otros. La IE le permite reconocer sus propias emociones, ser objetivo y proporcionar comunicación efectiva en lo laboral, por ende, la retroalimentación surgirá en este proceso.
Es innegable la influencia que el manejo positivo de lo que sentimos trae a los negocios y a la carrera profesional de cualquier guía, pues incluye una mejora en la toma de decisiones, fortalece las relaciones de confianza y lealtad de los clientes e incentiva la creatividad e innovación.
En conclusión, quién de nosotros no estaría encantado de colaborar con un líder estable, justo en sus palabras, que nos motive a ser mejores, nos escuche y sepa reconocer nuestra participación en el éxito de la empresa.