
Somos lo que decimos y cómo lo decimos, la manera en que decimos las cosas impacta directamente en el resultado que obtengamos. Los seres humanos crecimos alrededor de experiencias y formas de comunicarnos que nos vuelven únicos e irrepetibles; pasamos por acontecimientos que nos han permitido moldear nuestro modo de expresarnos con base en las experiencias y el entorno en el que nos desenvolvemos.
Las bases de una comunidad, organización o colectivo radican en la importancia de la comunicación, de que mediante diálogo y apertura se establezcan acuerdos para favorecer los ambientes en los que participamos día a día. Comunicar proviene del término “communicatio”, que se refiere a la acción de transmitir información entre individuos. Este proceso tiene acción y efecto. Al comunicar buscamos el entendimiento del receptor, sin embargo, su impacto puede ser benéfico o prejudicial, según cómo se externe.
Dicen que forma es fondo, la forma en que te expreses determinará el alcance de lo expresado. Además, la comunicación tiene efecto retribuyente, nos permite conocer y contrastar ideas, enriquecer puntos de vista con base en la perspectiva personal y nos da acceso al mundo de los demás logrando interacciones y favoreciendo relaciones laborales o sociales. Sin embargo, el mensaje puede impactar dependiendo de nuestro estilo. Por ejemplo, los comunicadores pasivos son aquellos que utilizan escasos medios de expresión de los pensamientos, esto lleva a una desconexión con quienes los rodean. Otro estilo de comunicador es el agresivo, el cual practica la imposición y la hostilidad con el resto de los individuos, afectando el clima laboral. Los pasivo-agresivos utilizan indirectas para expresar sus inconformidades, y al no ser concretos orillan las conversaciones a un rumbo de confusión y desmotivación. Por otro lado, están los comunicadores asertivos, los cuales procuran expresarse mediante el respeto y la claridad, podríamos calificar a la comunicación asertiva como una habilidad, y todos poseemos la capacidad de perfeccionar la manera en que externamos nuestras inquietudes y peticiones.
Al ser la comunicación un proceso de transformación cultural, demanda procesos de cambio en el comportamiento y el diálogo, y al no trabajarlo en las organizaciones este ciclo se detendrá fomentando conflicto en los avances empresariales, promoviendo una perspectiva de jerarquía e imposición. Es importante enfocarse en acciones pequeñas que eventualmente se convertirán en hábitos y estilos de vida. La neurociencia permite que estas acciones sean comprobables y eficaces, pues hace posible comprender el funcionamiento de la mente, las relaciones entre los fenómenos cognitivos, las estructuras cerebrales y las manifestaciones que se producen.
Es importante identificar si somos comunicadores asertivos o no. El comunicarse fácilmente con cualquier persona, la libertad para expresarte, un comportamiento respetable, el control de nuestros gestos, entre otros, son atributos de gente asertiva. Una vez identificado el si somos o no individuos que mediante el habla viven situaciones y experiencias más gratificantes, tienen una mejor resolución de los conflictos, observan una mejoría en las relaciones interpersonales, obtienen una mayor sensación de control sobre el entorno y sobre sí mismos, podemos saber que estamos un paso más cerca de lograr el éxito.
Todos somos candidatos a practicar asertividad en donde nos encontremos. Existen, como lo establece el conferencista Daniel Colombo, cuatro acuerdos que favorecen estos hábitos para la mejora continua. Escuchar con interés, del 100% de una conversación tratar de escuchar 80% y hablar 20%, así puedes tener un contexto de la situación que se haya presentado. La opinión basada en lo que sabes permitirá que no surja información que no es verídica o que se perciba que no se está respetando la conversación. Otro de los acuerdos radica en preguntar y corroborar si lo que estás percibiendo es lo que la otra persona está tratando de expresar. Y, por último, hablar también tiene su magia, al hablar hay que preguntarnos si lo que vamos a expresar puede aportar algo, y de no ser así considerar omitir lo que produzca que se pierda el punto real de la conversación.
Así como existen los pilares mencionados, hay otras herramientas para fortalecer este fenómeno de cambio. Saber escuchar nos permite conocer el contexto, generar empatía y entender a la otra persona; evitar la negación y utilizar palabras positivas, cuidar nuestra postura, gesticulación y tono de voz, ya que esto también comunica. Los prejuicios hay que evitarlos a toda costa, todos somos diferentes y poner etiquetas podría bloquear ese espacio de aceptar que podemos pensar distinto. La claridad de los mensajes permite que la comunicación sea eficaz y se alcancen los objetivos planteados.
En conclusión, practicar asertividad en la comunicación es una de las habilidades indispensables para cualquier persona que labora, pues propicia un ambiente libre para externar ideas; suele otorgarnos la forma más adecuada para dirigirnos expresando lo que queremos decir sin que el otro se sienta incomprendido o, incluso, agredido y, a su vez, nos va a generar una perspectiva de respeto y apertura ante la información que le estamos brindando a nuestros pares.