
La primera vez que apareció el término “la curva de la sonrisa” fue en 1992, por el ingeniero electrónico taiwanés Stan Shih, quién, además, fue el fundador de Acer. El contexto es el siguiente, los componentes de las cadenas globales de valor se dividen en tres grandes etapas, las cuales proporcionan diferentes niveles de valor añadido al producto y al proceso: preproducción, producción y posproducción.
Cada una de estas fases se subdividen en otras actividades más específicas:
Fuente: adaptación propia a partir de Stan Shih (1992).
En este punto, deducimos que los países altamente desarrollados gozan de “la curva de la sonrisa” y, a manera de ejemplo, tenemos empresas tales como: Google, Coca-Cola, KFC, Facebook, Instagram, LinkedIn, Amazon, eBay, McDonald’s, Subway, Microsoft, Adobe, Oracle, SAP, Spotify, Uber, Airbnb, PayPal, Visa, Mastercard, Netflix, Huawei, Samsung y Apple, que en sus rankings mundiales aparecen valoradas en miles de millones de dólares. Sin embargo, por otro lado, también existe “la curva de la tristeza”, que es donde se encuentran los países en vías de desarrollo.
Se puede decir que los países manufactureros sólo aportan a su PIB mediante la fabricación de productos o bienes de terceros; mientras que naciones que le invierten intensamente antes de la fabricación en patentes, diseños e invenciones y/o después de la fabricación en modelos de negocio y logística innovadores obtienen aportes al PIB en mayor escala que únicamente dedicarse a la transformación.
En otras palabras, los intangibles como la investigación, el conocimiento, la imagen de marca y los servicios complementarios al producto impactan en el precio que pagan los consumidores a nivel mundial; tal es el caso de un coche, una computadora, un televisor o un teléfono inteligente.
Para concluir y sin demeritar la manufactura (actividad tangible), las naciones menos desarrolladas deberían encontrar estrategias ingeniosas que planteen invertir en actividades intangibles tanto en las etapas anteriores como posteriores a la fabricación y, con ello, exportar nuevas tecnologías e innovaciones, pues representan más de dos terceras partes del valor total de un producto.