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La desaparición del dinero en efectivo: ¿hacia una sociedad de control financiero absoluto?

Por: DA. Javier Rueda Castrillón
Analista económico en diferentes medios; autor de artículos sobre política y economía
jruedac@me.com

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En una cafetería de Tokio, un joven paga su frapuccino agitando su teléfono. En Estocolmo, un músico callejero recibe propinas mediante una app. Mientras tanto, en las reconocidas Buc-ee’s norteamericanas, los clientes cargan gasolina a través de su tarjeta, sin necesidad de atención personalizada... el mundo lo sabe, el dinero en efectivo, símbolo de autonomía económica durante siglos, está desapareciendo rápidamente. Detrás de esta transición hacia una economía digital, surgen interrogantes inquietantes: ¿estamos entrando en una era de control financiero absoluto?

El impulso para eliminar el efectivo no es casual. Gobiernos, bancos y empresas tecnológicas promueven activamente esta transformación, poder reducir la evasión fiscal, combatir el lavado de dinero, mejorar la eficiencia de las transacciones y fomentar la inclusión financiera son las nuevas metas de un sistema que facilita cada operación. En su libro Camino al Futuro (The Road Ahead), publicado en 1995, Bill Gates predijo muchos aspectos del impacto de la tecnología en la vida cotidiana, incluida la digitalización de las finanzas. Aunque no mencionó explícitamente las aplicaciones móviles (ya que los teléfonos inteligentes aún no existían como los conocemos hoy), sí anticipó que Internet transformaría los servicios, facilitando transacciones electrónicas y permitiendo el acceso al sistema financiero global a través de dispositivos conectados.

Treinta años después, los consumidores disfrutamos de la digitalización económica; en países como Suecia, el uso de efectivo representa menos del 10% de las transacciones; China, a través de plataformas como Alipay y WeChat Pay, se ha convertido en un líder indiscutible del pago móvil. Incluso en América Latina, donde la informalidad es alta, aplicaciones como Mercado Pago están acelerando el cambio.

La desaparición del efectivo también plantea riesgos significativos. En un mundo donde cada transacción está digitalizada, se abre la puerta al monitoreo total por parte de gobiernos y corporaciones. Sin efectivo, cada pago, desde un café hasta una compra en cualquier supermercado, queda registrado en sistemas centralizados. Esto elimina la privacidad financiera otorgando un poder sin precedentes a quienes controlan la infraestructura tecnológica.

En países con regímenes autoritarios, la digitalización financiera ya se utiliza para vigilar y castigar a los ciudadanos. China ha vinculado su sistema de crédito social con los pagos electrónicos, restringiendo el acceso a servicios a quienes tienen un "mal comportamiento", según criterios gubernamentales. Este modelo podría replicarse en otras naciones, erosionando derechos fundamentales bajo la justificación de la seguridad y el orden.

Es inevitable que, tras la digitalización y supervisión económica, las criptomonedas se presenten como alternativa al control centralizado. Bitcoin y otras monedas digitales ofrecen la posibilidad de realizar transacciones descentralizadas y relativamente anónimas. Su adopción masiva enfrenta barreras como la volatilidad, la regulación restrictiva y el desconocimiento, ingredientes interesantes para ganar y perder en un mercado cargado de asteroides.

Los bancos centrales no han tardado en adaptar su modelo de moneda, el desarrollo de sus propias “coins” digitales (CBDC) promete eficiencia y estabilidad, apostando por una centralización del sistema financiero. La capacidad de un banco central para programar una CBDC, restringiendo su uso o expirando su valor, podría dar lugar a un nuevo nivel de intervención económica.

El dinero en efectivo nos ha acompañado desde las antiguas monedas de Lidia hasta los billetes modernos. Su desaparición podría ser inevitable, pero el modo en que manejemos esta transición definirá si se convierte en una era de progreso o en una distopía financiera.