
La vida laboral se siente “rara”, por un lado, tienes a los “baby boomers” que se educaron en la era “preinternet”, aquellos que fueron hijos del “ponte la camiseta” y el “gánate tu derecho de piso” y, por otro, las generaciones “postinternet” que se rehúsan a trabajar más horas de las establecidas y que no, no quieren ponerse la camiseta de un patrón que no respeta sus derechos laborales. Y, a decir verdad, Internet nos da la oportunidad de observar lo que ocurre en el mundo exterior y permite una ventana para interiorizar lo que estamos, o no, haciendo correctamente.
Mientras que las generaciones “preinternet” cuestionan la responsabilidad y compromiso de los “millennials”, estos últimos levantan la voz ante lo que les parece una explotación laboral moderna, realizando jornadas larguísimas de trabajo, pocas vacaciones, horas extras sin paga y, a raíz de la pandemia, un teletrabajo que ha resultado más extenuante, incluso, que el que se realiza en oficina. A pesar de que se nos acusa de ser “flojos” y de que “somos pobres porque queremos”, la realidad es que con datos publicados en 2023 por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), los mexicanos somos el segundo país que más horas trabaja entre los países miembros, apenas por debajo de Colombia (2,226 horas y 2,405 horas, respectivamente), sin embargo, la correlación entre horas trabajadas y salario mínimo no va de la mano, pues somos también –Colombia y México– los países con el salario más bajo de los deshonrosos primeros 5 lugares.
Y a los datos anteriores se deberían sumar las paupérrimas vacaciones que tienen los trabajadores y que hasta 2023 pasó de 6 días a 12 por el primer año trabajado. Aún así, queda por debajo del piso de 18 días de descanso que sugiere la Organización Internacional del Trabajo y que, comparado con países como Brasil o Panamá que ofrecen 30 días al año a sus trabajadores, resulta insuficiente para el sano desarrollo y esparcimiento social y cultural del individuo, que, dicho sea de paso, son derechos humanos que deberían ser profundamente respetados por el patrón y defendidos por el Estado.
Quisiera detenerme a hacer dos reflexiones, la primera es que me parece que el manejo de las horas laboradas especialmente en trabajos de oficina es poco productivo y esto se puede deber a diversos factores, por una parte, se tiene que cumplir estrictamente con los horarios establecidos, de tal suerte que no importa si terminas tu trabajo antes o después, es imperativo permanecer en los centros de trabajo y, por otra, la ausencia de metas y proyectos claros por parte del empleador que dejan a la deriva las verdaderas obligaciones del trabajador, es decir, a veces, se pierde el rumbo y el tiempo, lo que hace que sea poco productiva nuestra estancia en los centros laborales; la segunda es que el empleador pierde de vista que 6 o incluso 12 días al año de vacaciones no son suficientes para tener una vida familiar o social plena y que la negativa de ampliar los días de descanso representa mayor número de faltas injustificadas del trabajador generando un impacto económico y laboral para el empleador. Los días de descanso, las prestaciones y las jornadas laborales no deberían depender del humor del empleador, deberían ser con estricto apego a la Ley, en sentido reversible, para el empleador, pero también para el empleado. Entendamos que otorgar derechos no implica eliminar responsabilidades, una plantilla laboral sana, en lo físico y en lo mental, puede traer grandes beneficios en la productividad de las empresas.
Y aunque a las nuevas generaciones les guste la expresión de: “explotación laboral”, en realidad, el término hace referencia al “trabajo de manera involuntaria y bajo amenaza de cualquier pena”, según la propia Organización Internacional del Trabajo, por tanto, lo aquí discutido se refiere a violaciones a los derechos laborales del trabajador más que a la explotación laboral per se.
Pero lo que sí es verdad, es que la inconformidad de los “millennials” ha venido a cuestionar la manera en la que se desempeñan los trabajos en nuestro país y a poner en la mesa la “redignificación” laboral, que si bien sigue chocando con la ideología de otras generaciones, también lo es que ha ido ganando adeptos y da pasos firmes, ejemplo de ello son las “vacaciones dignas” que se otorgaron con la reforma del 2023 y con la norma publicada en el mismo año NOM-037-STPS-2023 que establece ya condiciones de seguridad y salud para realizar teletrabajo entre las que destacan: la obligación de otorgar una silla ergonómica al trabajador, el derecho a la desconexión o el pago proporcional del consumo de Internet y energía eléctrica por el uso de aparatos necesarios para el cumplimiento del trabajo.
Bien por las nuevas generaciones que exigen sus derechos.