“Mira el pasado para entender el presente y prever el futuro”.
Denominada como “tuberculosis” apenas hace poco menos de dos siglos por el médico alemán Johann Lukas Schönlein, la también llamada phthisis o consunción por los griegos, tabes por los romanos, schachepheth por los hebreos, escrófula en la edad Media y plaga o peste blanca en el siglo XVIII ha sido una de las epidemias que ha azotado a la humanidad desde hace millones de años.
Originada por la bacteria Mycobacterium tuberculosis, descubierta por Robert Koch en 1882, la tuberculosis (TB) sigue siendo una de las enfermedades infecciosas más mortales, con importantes consecuencias sanitarias, sociales y económicas. La Organización Mundial de la Salud estima que diariamente mueren 400 personas en el mundo y 70 en América Latina por esta enfermedad que es prevenible y tratable.
Antiguamente se pensaba que la causa era hereditaria o derivada de la “mordedura de un vampiro”, ahora sabemos que el contagio es de persona a persona a través de las partículas infectadas que se expulsan al toser, estornudar o escupir. Una vez expuestos, los individuos pueden desarrollar la infección latente o la enfermedad, de hecho, se estima que en el mundo una cuarta parte de la población está infectada, la cual tendrá a lo largo de su vida un riesgo de entre 5 y 10% de enfermar; es decir, en alguien sano y con un adecuado sistema de defensas las bacterias de tuberculosis estarán inactivas, no obstante en sujetos con afectaciones que debiliten el sistema inmune, como VIH, desnutrición, diabetes, alcoholismo, tabaquismo y consumidores de drogas, las bacterias se activan y se multiplican ocasionando que se desarrolle la enfermedad.
Este padecimiento suele ser crónico debido a que los síntomas como tos, fiebre, pérdida de peso, falta de apetito y sudoración nocturna pueden ser leves durante muchos meses, facilitando el incremento de la transmisión de la enfermedad y el retraso en el tratamiento. Cabe señalar que, aunque la forma pulmonar suele ser la más común, también puede presentarse una forma de tuberculosis extrapulmonar afectando órganos como cerebro, intestino y riñones, para ello, por ejemplo, en países como México, con alta prevalencia de la enfermedad, a las personas recién nacidas se les aplica la vacuna BCG (Bacillus Calmette Guerin) con el fin del evitar el riesgo de desarrollar tuberculosis miliar (diseminada) o meníngea (cerebral).
Con el paso de los años y el avance en la medicina, hoy día existe una variedad de métodos para diagnóstico particularmente bioquímicos, no obstante, cuando se tiene la sospecha se pueden solicitar estudios complementarios de imagen. Actualmente, en nuestro país se suele diagnosticar a través de una baciloscopia, un estudio en donde se analiza la presencia de la bacteria en el esputo o flema; también se pueden realizar cultivos o pruebas de biología molecular.
Hay que recordar que la enfermedad se puede prevenir y tratar con una combinación de cuatro antibióticos que, por lo general, se incluyen en una sola pastilla, administrados durante un periodo de seis meses. Desafortunadamente un tratamiento incompleto, inadecuado y no supervisado ha favorecido que se tenga un nuevo reto en la eficacia para su erradicación, al provocar la aparición de bacterias resistentes a los fármacos.
Ahora que sabemos un poco más de la peste blanca o tuberculosis, he aquí una serie de recomendaciones para la población que se pueden promocionar e implementar:
La tuberculosis es una enfermedad actual, una epidemia a controlar que puede ser mortal, pero es prevenible y tratable.