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Azúcar y más azúcar, ¿qué sabemos de la diabetes?

Por: MSP. María Jocelyn Bravo Ruvalcaba
Médica egresada de la UASLP; maestra en Salud Pública por la Escuela de Salud Pública de México, del INSP
@Ma_joshyta

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“Los genes cargan el arma. El estilo de vida tira del gatillo”.

Elliott P. Joslin

De la “enfermedad de la orina dulce o de la sed” se tiene registro desde el año 1535 a.C., en el siglo II d.C. el griego Areteo de Capadocia la denomina como diabetes mellitus (DM) y aunque a lo largo de la historia se expusieron muchas teorías y descripciones, los grandes avances sobre su fisiopatología (cómo se produce y sus síntomas), los métodos diagnósticos y los tratamientos surgieron en el siglo pasado.

Hoy día es reconocida como epidemia del siglo XXI, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que en el mundo hay más de 400 millones de adultos con diabetes y causó 4 millones de muertes en 2017; dos terceras partes de las personas afectadas están en edad laboral y, desafortunadamente, 1 de cada 2 no cuenta con diagnóstico. En nuestro país su prevalencia en población mayor de 20 años pasó de 6.7% en 1994 a 10.3% en 2018, lo que equivale a 8.6 millones de personas, y en 2017 se ubicó como la segunda causa de muerte, después de las enfermedades del corazón.

Pero ¿qué es?, ¿qué la causa? y ¿cuáles son sus síntomas? Es considerada una enfermedad crónica que, a menudo, se puede controlar, pero no se cura; se caracteriza por un exceso de glucosa en la sangre (principal fuente de energía para nuestro cuerpo), derivado de la disminución, ausencia o incapacidad de la insulina (hormona producida en el páncreas) para incorporar la glucosa a las células. Como causas se han descrito aspectos inmunológicos, genéticos, obesidad, estilos de vida como el sedentarismo e incluso el medio ambiente.

Se clasifica en cuatro categorías: la Tipo 1 (caracterizada por la ausencia total de insulina); la Tipo 2 (secundaria a la pérdida progresiva de la producción de la insulina por las células beta del páncreas); la Gestacional (identificada en el segundo o tercer trimestre del embarazo); y de otros tipos específicos (menos común). Los síntomas pueden ser variables, según la cantidad de glucosa en sangre, y van desde el aumento de la sed y las ganas de orinar hasta el incremento del apetito, cansancio, visión borrosa, entumecimiento u hormigueo en manos o pies y pérdida de peso sin razón aparente, entre otros.

Otra de las relevancias, por su impacto en los sistemas de salud y la economía de los países, es su diagnóstico tardío, y las complicaciones que ocasiona, como infartos del miocardio, accidentes cerebrovasculares, ceguera, daño renal, problemas dentales, amputación de extremidades inferiores, ocasionando discapacidad y condicionando a una muerte prematura; e incluso se ha asociado con algunos tipos de cáncer.

Ciertas consideraciones particulares en grupos poblacionales son, por ejemplo, en el caso de las mujeres y el embarazo, en donde, al no ser controlada, incrementa el riesgo de aborto, parto prematuro, exceso de peso en el bebé, problemas respiratorios, así como anomalías congénitas y aparición temprana de las complicaciones propias de la enfermedad en la mujer. Referente a las niñas, niños y adolescentes, se identifica principalmente la Tipo 1, no obstante, recientemente se ha observado un incremento en los diagnósticos de la Tipo 2 en población menor de 18 años, lo cual se relaciona con el constatado crecimiento de la obesidad en este sector.

Su tratamiento dependerá del tipo de diabetes; para el Tipo 1, que depende de la insulina, se puede aplicar a través de inyección, de las venas o de forma subcutánea, gracias a dispositivos de infusión continúa conocidos como “bombas de insulina”. En la Tipo 2, además de la aplicación de insulina, se puede complementar con una variedad de fármacos; sin embargo, para ambos es fundamental una terapia nutricional y actividad física. También existe el trasplante total o parcial de páncreas, pero por las complicaciones del proceso se reserva a personas con condiciones específicas. Actualmente, se reporta en fase de estudio con resultados alentadores, la primera cápsula de insulina para tratamiento vía oral.

Cuantiosa es la información con que contamos y, como la frase inicial lo dice, podemos heredar el riesgo, pero la clave estará en la prevención, a través de un estilo de vida saludable.