«A ver cuándo nos juntamos a platicar» es el lugar común de dos amigos que se encuentran y que hace tiempo no intercambian puntos de vista. ¿Realmente tenemos la capacidad de platicar? El arte de la conversación nace de la necesidad de saber, lo que sea, pero saber. Ya Sócrates con su peculiar manera de confrontar el conocimiento a base de preguntas, conocida como «ironía socrática» o el arte de fingir ignorancia, nos demuestra que para saber conversar hay que saber escuchar. En este mundo altamente tecnológico, la paradoja de la comunicación nos indica que nunca estuvimos tan incomunicados como ahora; estamos acompañados por alguien y… por todos nuestros contactos en redes sociales. Pero las personas tenemos necesidad de sentirnos escuchadas al tiempo que necesitamos escuchar la opinión ajena. En eso radica el acto de conversar.
¿Qué convierte a una persona en un excelente conversador? La idea de sentarse al calor del fuego, con una buena comida, acompañada de una copa de vino y música que complemente la escenografía nos incita a buscar buena compañía. Y la visión es muy romántica pero, ¿Quién es esa «buena compañía»? Aquél o aquella que nos mantenga entretenidos, que capture nuestra atención, que nos invite a pensar, disentir o acordar sobre un tópico en común. Es un arte la conversación y no nos es dada sino a partir de la disciplina y la constancia por convertirnos en artistas de la palabra. ¿Cómo ser un buen conversador? En primer lugar, debemos estar conscientes de que el don de la palabra nos permite jugar con ellas seduciendo, motivando, convenciendo; la retórica se creó para este efecto: las florituras y la habilidad por mezclar las palabras para acariciar el alma de otra persona puede llegar a ser un acto de violencia, rebeldía, sofisticación o dominio. En todo momento debemos cuidar nuestras palabras reconociendo en el otro la dignidad que se merece por el simple hecho de ser persona.
El uso de la palabra está presente en cualquier acto humano y son tres las manifestaciones expresivas de ella: la oralidad, la escritura y la lectura. A mayor lectura, mayor conocimiento de las palabras y dominio de la expresión oral. A la pregunta ¿Qué necesito para ser un excelente conversador? La clave se encuentra en la palabra «diálogo» la cual significa «encuentro entre dos mentes: dia-logos». Y por supuesto, saber valorar a la mente que tenemos frente a nosotros. Hablar, conversar y dialogar no se encuentran en el mismo nivel de comunicación. Hablar se encuentra ubicado en el nivel de comunicación intrascendente extremo: platicar sobre el clima, tal vez algo que hicimos el fin de semana, casi todo banal y sin importancia. Conversar requiere de escuchar y generar empatía por el otro; la conversación no es un monólogo sino un intercambio de ideas que enriquecen a quienes se involucran, lo que implica ponernos en el lugar del otro. Esta forma de platicar nos enriquece y ayuda a definir las preguntas básicas de qué, cómo y cuándo queremos algo.
El diálogo por su parte, es el más alto nivel de comunicación entre dos personas: hay concordancia, se busca un fin último, una meta a seguir; la verdad surge entre dos que dialogan y llegan a acuerdos. El nivel de discurso argumentativo es alto y se respeta la libertad de pensamiento del otro. Evitemos en el diálogo ser consejeros, víctimas o jueces de lo dicho y oído; el arte de conversar nos ofrece la posibilidad de ser más tolerantes al pensamiento del otro sin juzgar o aconsejar.
Como conclusión podemos afirmar que se aprende más escuchando que hablando; los silencios son ricos en enseñanza y permiten al otro manifestarse libremente y este acto resulta liberador para nuestra alma y espíritu.