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Mahoma, el sello de los profetas

Por: MGT. Andrés Salomón Pedraza
Maestro en Gestión turística del patrimonio cultural y natural por la Universidad de Barcelona
andres.salomon@strategamagazine.com

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“No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta”. Esta es la profesión de fe del islam (que significa sumisión ante Dios) y aunque es la segunda religión con más seguidores en el mundo, alrededor de 1,600 millones de fieles, sí es la más practicada en el globo; Indonesia, en el sudeste asiático, es el país con más musulmanes; la capital religiosa se encuentra en Arabia Saudita, La Meca; sus dos corrientes más influyentes son el sunismo y el chiismo, su texto sagrado es el Corán. Tal vez ya sabías todo esto, pero ¿acaso sabes cómo surgió el islam?

En aquella época, el Medio Oriente se componía de pueblos nómadas, beduinos y ganaderos que adoraban a más de 300 dioses. El profeta Mahoma nació el 26 de abril del 570 d.C. en el seno de una familia humilde, pero con cierto estatus en La Meca, Arabia Saudita; sin embargo, quedaría huérfano desde muy joven y sería su tío quien se encargaría de criarlo, enseñándole sobre ganadería y comercio. Más adelante, se casaría con una mujer mayor, Jadiya, la cual se convertiría en la primera conversa, es decir, la primera persona musulmana de la historia (sí, una mujer). Se dice que Mahoma era honorable, compasivo, de gran corazón, reflexivo y justo; gustaba ir a las montañas a meditar. A los 40 años, en una de sus meditaciones en la cueva de Hira, se le apareció el arcángel Gabriel y, a través de él, Alá se comunicó para que llevara a la comunidad árabe su palabra.

Al principio Mahoma no se consideraba digno ni apto para tremendísima empresa, incluso consideró arrojarse de la montaña; sin embargo, fue su esposa quien lo convenció de que Dios lo había elegido como el “sello de los profetas”, es decir, el último de todos. Recordemos que en el Corán y para los musulmanes Abraham, Moisés y Jesús existieron, y son considerados profetas, aunque sin esa esencia divina que los separa del resto de los hombres. Imaginemos el golpe durísimo que recibieron en el ámbito político, religioso y cultural los pueblos nómadas beduinos y, por supuesto, los líderes de estos al alegar de la noche a la mañana que de los 360 dioses que se adoraban en La Kaaba, sólo existía uno verdadero: Alá.

Al poco tiempo, Mahoma junto con sus familiares, amigos y seguidores tuvo que huir de La Meca para refugiarse en Medina (la segunda ciudad más santa para los musulmanes), ya que fueron perseguidos. Este instante se convertiría en la pauta para fortalecer al islam: la Hégira (migración) en el 622 d.C.; año cero para el islam. En Medina, Mahoma comenzó a rodearse de muchos seguidores y adeptos de la nueva fe, forjando una fuerza social y militar potente, tanto así que en el 630 d.C. regresó a La Meca y finalmente se hizo con ella.

Él no escribió el Corán, fueron sus seguidores, los llamados Califas ortodoxos que lo sucedieron a partir de la fecha de su muerte en el 632 d.C. El primero en seguir sus pasos fue su suegro Abu Bakr, iniciando con la potentísima empresa de expansionismo territorial por el orbe, tanto así que en tan sólo 100 años llegaron hasta la mitad del territorio galo, frenados en seco por Carlos Martel, abuelo de Carlomagno, en la batalla de Poitiers en el 732. Sin embargo, la península arábiga, el Magreb (norte de África) e incluso la península Ibérica, por unos 700 años de dominio árabe, profesarían la fe del Profeta. Cuando Mahoma muere, ocurre un cisma, provocando que los chiitas (seguidores de su primo y yerno, Alí) consideren que sólo aquellos del linaje del Profeta pueden continuar el liderazgo, a diferencia de los sunitas (mayoría en la fe con el 85% de fieles) que elegirían al sucesor a través de votaciones de la comunidad musulmana optando por Abu Bakr, el suegro.

Es primordial resaltar las formidables aportaciones y avances en áreas como medicina, matemáticas, astrología, arquitectura, literatura y un gran etcétera que brindó esta cultura a la humanidad, sobre todo a una Europa atrasada, bárbara y obscura. En plenas Cruzadas, médicos musulmanes eran enviados a reyes y líderes europeos para ser tratados, ya que la gente moría de simples heridas.

Concluyo con Naïm Boutanos: “El hombre es enemigo de lo que ignora: enseña una lengua y evitarás una guerra. Expande una cultura y acercarás un pueblo a otro” …