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PUNTO VERDE

Política ambiental en México. ¿Una estructura deficiente?

Por: IQ. David Daniel Andrade
Ingeniero químico; líder del Área de Investigación y Desarrollo de Componentes, en la industria automotriz
daviddaniel.andrade@outlook.com

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Hoy en día, el deterioro ambiental es uno de los temas de mayor debate e interés popular, y ha ido tomando fuerza gracias a la difusión mediática realizada principalmente en redes sociales. En el pasado ya se hablaba de los efectos del calentamiento global, así como de los impactos que tiene, sin embargo, los daños y repercusiones nunca fueron tan tangibles como hasta ahora. Basta considerar la reducción porcentual de áreas verdes en el país, los cambios climáticos en diferentes zonas geográficas o los nuevos proyectos gubernamentales que atentan contra algún ecosistema, para que el miedo sea latente entre la población.

Si bien se han tomado medidas de prevención de algunos estados, nos queda poco claro cuál es la estrategia que sigue nuestro país para atacar de manera efectiva el problema y, sobre todo, nos preocupa la pasividad de reacción de nuestros dirigentes, que nos genera constantemente la pregunta: ¿cómo está estructurada la base de nuestra política ambiental?

Tomando esto como punto de partida, me di a la tarea de buscar la política ambiental para este sexenio, así como la perspectiva de dirección en cuanto a las fuentes de energía contempladas para el desarrollo del país. Fue alarmante la falta de éxito, ya que las fuentes de información, en su mayoría, hablan de un enfoque altamente social, más que de actividades precisas, las cuales carecen de bases concretas, de cifras y de proyecciones realistas para su ejecución.

Ejemplificando la información recabada, la Agenda de Medio Ambiente 2018-2024, publicada por el partido político en el poder, habla sobre una “Filosofía socioambiental del Proyecto de Nación de Andrés Manuel López Obrador”. Gira en torno a ejes temáticos como: la cero deforestación, sistemas tempranos de alerta ante eventos climáticos extremos y la aplicación de medidas, con el fin de promover la reducción de emisiones, por nombrar algunos.

Si analizamos los primeros puntos, encontramos fuertes contraposiciones ante las intenciones que se mencionan, contra algunos de los proyectos actuales. Como la falta de un manifiesto o estudio sobre el impacto ambiental que tendría la implementación del famoso Tren Maya o la deforestación masiva para el aeropuerto de Santa Lucía. Otra falla, el sistema tardío de notificación ante los incendios que acecharon al país en el mes de mayo del año en curso. Además, la reforma energética, de manera retrograda, se enfoca principalmente en el uso de hidrocarburos, sin profundizar en fuentes de energías renovables alternas.

No se trata de culpar al gobierno actual, sino que es nuestra responsabilidad cuestionar las estrategias que se están efectuando. Es posible que existan mejores caminos ante estos hechos, pero es que, de acuerdo con lo ya mencionado, así como el anunciado recorte general de presupuesto para los organismos gubernamentales (incluidos los del sector ambiental), el escepticismo se hace más grande. Sólo nos queda elevar la invitación a nuestro gobierno a que haga más transparente, y más accesible, su plan para llevar a cabo sus propuestas.

Por ahora, únicamente podemos esperar y contribuir con la menor producción de contaminantes, así como participar activamente en eventos ambientales, como campañas de reforestación, con el fin de ser el tipo de población que México necesita.