El comercio global, impulsado por la interconexión económica entre países, ha sido un motor fundamental para el crecimiento económico y el desarrollo. Y, por supuesto, se viene dando desde la época del Imperio romano y más atrás, desde antes del concepto de “país” entre distintos imperios, con las limitaciones productivas y logísticas de cada época. Hoy, con la posibilidad de comunicaciones instantáneas y transportes cada vez mejores, parece ya no digamos imposible de frenar, sino necesario para sostener nuestras comodidades y bienestares. Sin embargo, nos plantea desafíos significativos en términos de sostenibilidad. Con los niveles de ahora –en que hablamos de un inmenso tráfico diario de bienes por barcos, camiones y aviones– conviene plantearnos si realmente pudiera volverse sostenible y con un impacto medioambiental mínimo.
Llevo un tiempo trabajando en una empresa que se centra en la logística y el transporte global. Hay un departamento que se encarga de analizar tendencias globales, dar webinars y, en general, de proveer una plataforma para el diálogo entre líderes de la logística. Naturalmente que una parte del discurso actual se centra en ecología y sostenibilidad; en crear y seguir indicadores o parámetros para que distintas empresas de transportes de carga midan su impacto en cuanto a emisiones o para que se centren en utilizar combustibles menos dañinos.
El transporte marítimo, por ejemplo, es responsable de una gran parte de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial debido al uso de combustibles pesados. Además, el transporte aéreo, aunque más rápido, también es más intensivo en carbono y contribuye significativamente a las emisiones globales. Para abordar estos desafíos, se están desarrollando tecnologías más limpias, como barcos y aviones más eficientes en términos de combustible y el uso de biocombustibles. Además, se están implementando medidas para reducir las emisiones en los puertos y los aeropuertos, como la electrificación de equipos de manejo de carga y la optimización de rutas para reducir la distancia recorrida.
Pero aún con todo el entusiasmo que se le ponga al medir y al cuantificar, no puedo evitar pensar que se trata de una “curita” (y una que solamente mide, no remedia) puesta sobre una herida diaria del tamaño del Cañón del Sumidero sobre el planeta. Sí, es verdad que los barcos son más sostenibles que los aviones en términos relativos. Los más grandes y modernos son capaces de transportar unos veinte mil contenedores, con lo que el combustible utilizado por kilogramo transportado es muchísimo menor que en avión. Pero en términos absolutos la contaminación sigue ahí; y es doloroso obviar que a pesar de que el comercio marítimo es más ecológico en términos relativos, en términos absolutos sigue siendo un desastre diario para el medioambiente. El comercio global no puede crecer sin límite, ni seguir dándonos la ilusión de que ciertos modos de transporte son “verdes”, cuando tan sólo es un criterio comparativo.
Sin embargo, ¿qué hacemos?... yo no vivo en una granja 100% ecológica en las montañas al ritmo de la naturaleza. También utilizo transporte y pido cosas por Amazon cuando son convenientes, traídas desde China. ¿Es posible, deseable y probable el volver a las economías locales? ¿Es el “decrecimiento” verdaderamente factible y, en dado caso, una solución?
Aceptar que no podemos seguir viviendo en una realidad de pedir cosas por Amazon día sí y día también, con pedidos semanales de accesorios de Shein (o cualquier otra empresa del estilo) dejando por el camino un reguero de petróleo, plástico, cartón (que es preferible al plástico, pero no deja de presentar sus propios problemas) y, por supuesto, los gases emitidos en transporte. Y desde luego las responsabilidades no son individuales, sino que una mayor proporción viene de los consumos/insumos de la industria –de la que nosotros terminamos consumiendo, claro está–. Tal vez haremos lo que la humanidad sabe hacer mejor: centrarse en los desafíos y las ganancias a cortísimo plazo, que lo demás ya será un problema para el “nosotros” del mañana.
Guardo cierto entusiasmo de saber que, a fin de cuentas, siempre terminamos encontrando soluciones a nuestros retos… ojalá que esto no acabe sucediendo a consecuencia de grandes catástrofes.