
En recientes años, se ha fomentado la creación de propiedad intelectual (PI) en México y en otros países en desarrollo adheridos a la Organización Mundial de la PI (OMPI). Las secretarías nacionales han incluido programas y modificado sus reglamentos de manera tal que los ciudadanos se vuelvan generadores. Un buen ejemplo es el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt) y un gran número de universidades que requieren de sus investigadores no sólo publicar artículos, sino graduar alumnos y desarrollar patentes.
La PI es una estrategia que no necesariamente se encamina a una producción específica. El lector debe considerar, por ejemplo, que las patentes limitan la utilidad de una obra en un promedio de hasta 25 años frente a otros tipos de PI vitalicias y renovables. También puede acontecer el riesgo de perder una obra útil por la negativa intencional o no de los revisores. Debe notarse que la PI es territorial y no de carácter mundial (una patente mexicana sólo está protegida en México) y aunque se promueven ciertos tipos, nada se indica sobre las posibles demandas de terceros y gastos exponenciales ante tribunales. Finalmente, ciertos tipos de PI obligan a sus dueños y autores a divulgar públicamente sus conocimientos, lo cual tal vez no es una buena estrategia. Dicho lo anterior, se indican algunas recomendaciones.
Para la sociedad en general: el público espera una ganancia monetaria por sus invenciones que, si su propio inventor o dueño no las divulga, quedarían relegadas al anonimato entre millones de otras obras protegidas. Se recomienda poseer una buena máquina publicitaria, así como recursos y tiempo suficiente para darse a conocer. Asimismo, verificar los alcances de cada tipo de PI y decidir cuál es la más conveniente. Por ejemplo, la estrategia vitalicia y renovable de los derechos de autor es la que siguen las actuales compañías de software.
Para la academia y grupos de investigación: la academia debe producir obra científica y tecnológica como razón de ser, y más aún, a contrarreloj. De esta forma, lo conveniente es elegir como guía una PI de media duración, como las patentes y de la cual emanen obras de relativamente más rápida publicación, como artículos científicos o divulgación social.
Para la industria: si el producto o servicio tiene profundo contacto con el público, o si es tecnología de rápido reemplazo, conviene una figura de media duración. En cambio, si representa una ventaja ante la competencia, lo conveniente es una figura de larga duración, como una marca, derecho de autor o un secreto industrial, asumiendo que, si un tercero por su cuenta lo descubre, puede usarlo con libertad.
Para el gobierno: se recomienda una estrategia semejante a la industrial, basada en el nivel de incidencia de la población. Aquí cambia el término de "secreto industrial" a "secreto de Estado". También, el gobierno puede promover denominaciones de origen para proteger obras de carácter regional o nacional.
Para todas las hélices anteriores: recomiendo no vislumbrar una PI como un sinónimo de dinero inmediato. Mis patentes han dado lugar a muchos logros, pero todo aconteció de forma paulatina y el dinero fue más una ganancia indirecta.
China, que actualmente es el país que más produce PI en el mundo, usa técnicas estratégicas y sin costo como subir un video a redes sociales o generar copyleft, que en el momento de publicarse bloquea a países y empresas competidoras, disponiendo de hasta un año para elegir algún tipo formal de protección y permite ver si alguien está interesado en la obra.
Finalmente, aconsejaría que existieran grupos evaluadores de PI interdisciplinarios y nacionales, más allá de nuestra tendencia a preferir obras con arbitraje extranjero. Actualmente, editoriales como Elsevier o IEEE se hacen billonarias sin pagar un centavo a sus escritores o revisores y, en contraparte, quienes ahí escribimos debemos pagar una media de 30 mil pesos por regalar nuestro conocimiento al mundo. De igual modo, la OMPI ofrece facilitadores internacionales como El Tratado de Cooperación en materia de patentes (PCT), que aun con descuentos, resultan prohibitivos para inventores de países en desarrollo.
Es claro que quien es dueño de una propiedad, incluyendo la intelectual, es dueño de sus reglas y tarifas. Crear PI en tiempos donde hay IA diseñada para producirla ha dejado de ser un logro personal y es una necesidad para cualquier nación.