La toma de decisiones no es tarea fácil, puedes pensarlo a nivel personal o profesional y siempre, de una u otra manera, se nos complica la vida –al menos un momento– cuando se trata de elegir un camino. Independientemente del área en la que estemos pensando, hay dos aspectos fundamentales que no fallan como punto de referencia para decidir: los factores externos y la confianza.
Cuando se trata de estar al frente de un negocio, del tamaño que sea, inevitablemente se llega a puntos de inflexión en los cuales se hace necesario proyectar a futuro las operaciones y la vida de ese negocio. En ocasiones, esos puntos son generados por nuestro día a día, por la demanda del mercado, por cambios en los costos de producción o en las materias primas; en otras ocasiones son factores políticos, sociales o económicos globales que escapan de nuestro control, lo que nos lleva a enfrentarnos con decisiones como: quedarse, irse, seguir operando o cerrar.
Retirar empresas internacionales del país o, al menos, dispersar el capital hacia otros lugares es una decisión económica, evidentemente, sin embargo, también es una decisión política. En ambas esferas, la confianza es un aspecto fundamental.
Si bien las empresas de capital internacional tienen mayores posibilidades de manejar la incertidumbre local, comparadas con las pymes o microempresas, es cierto que están sometidas a niveles o grados de presión mayores y eso genera sesgos. Con la globalización siguiendo su curso y una pandemia ocasionando estragos, la certidumbre que pueda ofrecer un país resulta algo atractivo para considerar.
No es ninguna novedad el tener en mente que hay temporadas en las que grandes firmas buscan invertir en territorios en desarrollo, sin embargo, la inestabilidad política, social o económica puede llevar a replantearse los ciclos de vida y los compromisos que se tienen en ese país. Un aspecto fundamental que las empresas internacionales toman en cuenta son los rankings de calificadoras internacionales como Moody’s. Estas calificaciones dan un panorama general del ambiente financiero y crediticio del país. Para México, la última calificación otorgada fue de Baa1; ¿qué significa eso? En palabras muy sencillas quiere decir que no estamos en lo peor del ranking, pero tampoco en lo mejor, pasamos de “panzazo” y hay más probabilidades de no poder cumplir nuestros compromisos financieros que de hacerlo, es decir, nuestra economía no es del todo confiable.
Por lo anterior, no sorprende que haya cierta incertidumbre para agentes externos y que, en los últimos meses de 2021 y primeros de 2022, se hayan escuchado rumores de salida de algunas compañías, separación de firmas bancarias y posible retirada de empresas de telefonía. No son tiempos sencillos para nadie y sin un panorama “medianamente” firme sobre el que pisar, la lógica apunta a justificar –por cualquier medio– un recorte de capital, “mirar a otros horizontes” o buscar otras estrategias.
El comportamiento internacional es, en cierta forma, un reflejo de las señales que se emiten a nivel local. De manera muy concreta, basta con revisar los resultados de las encuestas sobre confianza y expectativas empresariales. De acuerdo con el Inegi, la esperanza de vida de los negocios en México es de 8 años y, aunque de manera general, desde el 2020 a enero de 2022 ha aumentado el nivel de confianza de los empresarios, no es significativo en cuanto a si se considera un buen momento para invertir o si el futuro de las empresas es favorable. Conforme pasa el tiempo, y la pandemia se convierte en algo cotidiano, se apunta a una recuperación gradual de la confianza –desde el punto de vista económico–, sin embargo, no se debe dejar de lado el aspecto político. En estos últimos meses se vino cocinando el rumor de malas relaciones de México con otros países, específicamente con España. Esto ha detonado una presión extra sobre las compañías españolas ante las fricciones de ambos gobiernos. Será necesario estar atentos y esperar a sus respuestas, pues en medios españoles se ven con desconcierto las declaraciones de nuestro mandatario. Así, mientras un aspecto va recuperándose, otro sigue en picada y es necesario comprender que, aunque un ambiente económico se muestre favorable, si hay un entorno político tambaleante, se sigue estando en riesgo de perder, y no sólo en un rubro, sino en ambos.