“Los indios apenas tenían el suficiente abrigo cuando les sobrevino un terrible sarampión en que murieron muchos, quedando el pueblo tan desconcentrado que no se encontraban maridos con mujeres, ni padres con hijos”, Padre Caulin.
En la historia de la humanidad se tienen registros sobre la enfermedad del sarampión desde el siglo X, pero fue hasta 1846 que el médico danés Peter Panum hizo la primera descripción científica de la enfermedad y habló de su contagiosidad. En la región de las Américas llegó a sumar, durante la conquista, al resto de las epidemias que incrementaron la mortalidad en la población indígena. Y así, sin vacunación, siendo una enfermedad muy contagiosa, durante más de cuatro siglos se registraron epidemias frecuentes en todo el mundo.
Fue hasta 1964 que se introduce la vacuna de forma calendarizada en el mundo logrando la reducción de los casos con el paso de los años hasta en un 75%, como en la región de las Américas que, gracias a la intensificación de las campañas de vacunación, fue la primera en lograr su eliminación, presentándose el último caso local en julio de 2015, en Brasil. En nuestro país la inoculación llegó en 1970, entre los años 1989-1990 se reportó la última epidemia ocasionando más de 5 mil muertes, y el último caso autóctono se reportó en 1995 en la Ciudad de México.
No obstante, derivado de las bajas coberturas de vacunación en otros lugares del mundo como Europa, o incluso en América del Norte –como el famoso brote en diciembre de 2014 en el parque de Disneyland, en California, EUA–, a partir de 2019 repuntan los casos importados en nuestra región. Y aunado a ello, la pandemia por COVID-19 afectó la oferta de servicios preventivos, como el de inmunizaciones, y agudizó la crisis en las coberturas de vacunación, lo que hoy día nos pone en alerta por la probabilidad de nuevos brotes.
¿Por qué alarmarnos por el sarampión?, pues, aun con toda la ciencia y tecnología con que contamos en salud, sigue siendo una enfermedad altamente contagiosa, una persona con sarampión puede infectar a 9 de cada 10 personas a su alrededor, si no están vacunadas; no existe un tratamiento específico y, aunque la mayoría de la gente cree que se trata sólo de un cuadro de fiebre y sarpullido, las personas con bajas defensas, sobre todo niñas y niños menores de 5 años, pueden tener complicaciones que los lleven a la muerte, cerca de una de cada cinco personas serán hospitalizadas, una de cada mil presentará inflamación del cerebro, lo cual puede derivar daño cerebral, y una a tres de cada mil personas con sarampión morirán, aun cuando reciban la mejor atención.
Es una enfermedad ocasionada por un virus que se propaga por el aire, el cual se incrementa si la persona infectada tose o estornuda, o con el contacto de secreciones, pues el virus puede mantener su capacidad infecciosa hasta dos horas en el aire o superficies. Se caracteriza por ocasionar fiebre, tos, escurrimiento nasal, conjuntivitis (ojos llorosos y enrojecidos) y sarpullido (entre 7 y 18 días después de la exposición). Las complicaciones pueden incluir ceguera, diarrea grave con deshidratación, encefalitis y neumonía.
Si bien se considera una enfermedad predominante en la infancia, con mayor frecuencia se observan casos complicados en adultos, lo mismo que en mujeres embarazadas, en las cuales se incrementa el riesgo de parto prematuro, bajo peso del bebé o incluso la muerte.
La clave de la prevención es la vacunación. En México se cuenta con dos vacunas elaboradas con virus atenuados: la triple viral SRP (antisarampión, antirrubéola y antiparotiditis) y SR (antisarampión y antirrubéola); el esquema en niñas y niños consiste en 2 dosis de SRP, la primera a los 12 meses y la segunda a los 18 meses de edad (hasta 2026 a los nacidos antes de 2020 se les aplicará la segunda dosis a los 6 años), y en personas de 10 años sin esquema previo (no documentado) 2 dosis de SR con un intervalo mínimo de 4 semanas. Ambas vacunas no se recomiendan durante el embarazo y la lactancia.
Actualmente, posterior al caso importado de un niño de Rumania y residente de Hungría en marzo de 2024, creció la preocupación por las personas adultas en la vacunación, para lo cual es importante revisar su esquema de inoculación en la infancia y recordar si recibieron una dosis de refuerzo de SR en el año de 2008 cuando se implementó la campaña nacional masiva contra el sarampión y la rubéola en la población de 19 a 29 años de edad, para la erradicación de la rubéola y el síndrome de rubéola congénita.
Finalmente, cabe recordar que se si se viaja a países con alerta de sarampión, debe asegurarse de contar con esquema de vacunación, de lo contrario, planificar la aplicación de la vacuna al menos un mes antes; durante el viaje, en caso de presentar síntomas, buscar atención médica y evitar visitar lugares públicos; al regreso, si se presentan signos, acudir inmediatamente a recibir atención médica y evitar el contacto cercano con otras personas.