¿Has sentido temor al tener que utilizar un nuevo dispositivo electrónico? ¿Alguna vez te has sentido ansioso o de mal humor por haber olvidado tu celular? ¿Puedes ir a la cama sin antes revisar tu teléfono celular? o ¿Con frecuencia te sientes extenuado después de haber trabajado en la computadora?
Sin lugar a dudas hoy en día es común encontrar respuestas afirmativas a estas preguntas, y es que es poco probable que no recurramos al uso de un teléfono móvil, la computadora, otros dispositivos móviles, o incluso tengamos una cuenta en una red social, alguna plataforma en línea, o bien un programa para la ejecución de nuestras actividades de la vida diaria, ya sean personales o laborales. Lo cierto es que aun cuando pareciera que el uso de las nuevas Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) facilitaría nuestra vida e incluso mejoraría nuestra salud, la realidad es que la falta de habilidad para manejarlas, así como un uso inadecuado, se ha asociado más con trastornos que con beneficios a la salud.
La idea de que las TIC afectarían física y psicosocialmente al ser humano, se comenzó a describir desde el inicio de la década de los 80, pero es hasta 1984, que se describe por primera vez la palabra de tecnoestrés, en el libro Technostress: The Human Cost of the Computer Revolution, escrito por Brod, doctor en psicología clínica y organizacional. En esta obra el autor define el tecnoestrés, como un padecimiento asociado a una inadecuada adaptación al uso de las nuevas tecnologías. A partir de lo anterior otros autores han publicado libros e incluso artículos en donde se ahonda en dicha enfermedad, y es que dentro de este concepto, se han definido algunos subtipos de padecimientos, como lo son: la tecnoansiedad, la cual se ha identificado en aquellas personas que sienten temor o desagrado al tener que hacer uso de las TIC; la tecnofatiga, común en aquellas personas que trabajan únicamente utilizando medios electrónicos; y finalmente, la tecnoadicción, caracterizada por ejemplo en la imperiosa necesidad de hacer un uso desmedido de los dispositivos móviles.
Dentro de los daños a la salud asociados al tecnoestrés, se han descrito alteraciones del estado de ánimo, nerviosismo, irritabilidad, insomnio, dolores de cabeza, musculares, trastornos gastrointestinales, urinarios, menstruales, fatiga crónica, pérdida de cabello, cambios de apetito, disfunciones sexuales y enfermedades oculares, como perdida de la agudeza visual y ojo seco; además se ha detectado un incremento en el riesgo para desarrollar enfermedades crónicas degenerativas, como obesidad, diabetes, osteoartritis, e incluso adicciones.
También se ha identificado que el tecnoestrés tiene un impacto negativo en las relaciones interpersonales, lo cual puede verse reflejado en un aislamiento social, conflictos familiares, baja autoestima, ausentismo y baja productividad laboral; tal es el caso de las personas que la mayor parte de su tiempo se encuentran frente a una computadora, limitando las interacciones entre pares y deteriorando incluso las relaciones ya existentes.
De ahí la importancia de hacer una reflexión sobre cómo es que el uso de las nuevas tecnologías ha impactado nuestra vida personal, familiar y laboral, con la finalidad de aprender a hacer un uso adecuado de las mismas, para disminuir su efecto negativo, pero sobre todo en beneficio de nuestro desarrollo y primordialmente de nuestra salud. Para ello nos podemos apoyar en estrategias de carácter individual como establecer horarios y momentos para el uso del celular, o bien de tipo organizacional, diseñando e implementado programas que fomenten las habilidades y competencias en las nuevas tecnologías, lo cual se abordará en el siguiente número.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS