La base de la economía actual está construida por los servicios y los recursos que cualquier país pueda ofrecer, poniéndolos a disposición de quienes estén dispuestos a pagar por ellos, permitiendo enriquecer a las personas que han sabido aprovechar demandas y oportunidades de los mercados globales.
Si bien esto tiene una diversa gama de rubros, existe uno en particular que nació a la par del comercio: el natural. Al día de hoy, la venta de productos de la vida silvestre ocupa uno de los porcentajes de ingreso más alto para algunos países, convirtiéndose en la base de su moneda.
Desafortunadamente, como ocurre en todo negocio, el hombre encontró una oportunidad en este tipo de transacciones, llevándola fuera del marco legal. El tráfico de especies y sus derivados (tanto flora como fauna) es, en definitiva, uno de los sectores más remunerados y explotados en la actualidad. Su valor financiero se estima en los 20 mil millones de euros al año, siendo equiparable al de armas o drogas.
Lo que sorprende, más allá de estas cifras, es el impacto que genera en la naturaleza, ya que el principal interés está en las especies endémicas y protegidas. Los estudios arrojan que los cazadores furtivos matan un promedio de 100 tigres, mil rinocerontes y hasta 30 mil elefantes, anualmente. Sin embargo, muchas otras especies que no cuentan con este nivel de atención en otros países sufren del mismo modo, como los jaguares, los pangolines y las tortugas marinas, que se han visto afectadas por la falta de regulaciones y sistemas de protección ambiental. La pandemia golpeó fuertemente esta área, la falta de turismo mermó el ingreso y el presupuesto de las organizaciones que se dedican a la protección de dichos animales, permitiendo que los cazadores actúen sin mesura.
Existen otras especies que, aunque su comercialización puede ser legal, la magnitud con la cual se lleva a cabo genera una sobreexplotación que pone en riesgo su supervivencia. Un claro ejemplo es lo que ocurrió con el pez cirujano regal, protagonista de Buscando a Dory, que casi se extingue debido a la pesca excesiva que provocó la popularidad de la película.
Por si fuera poco, los métodos de captura suelen ser sumamente destructivos, dañando el ecosistema, como el uso de cianuro en la pesca o la tala de árboles en zonas protegidas, afectando a otros animales.
Las organizaciones como Fondo Mundial para la Naturaleza, Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres, Convención en Diversidad Biológica o Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza dedican su vida a combatir este problema de manera diaria, sin embargo, su complejidad supera sus capacidades, pues en algunas regiones este tipo de negocio es la principal fuente de ingreso.
Esto ha forzado a dichas organizaciones a cambiar su estrategia, involucrando a los lugareños y sumándolos a la causa, ofreciéndoles un empleo alterno como protectores de la vida silvestre. Desafortunadamente, es una lucha que no pueden librar solos, es obligación de cada país resolver esta situación, dirigiendo más recursos a sus secretarías ambientales e incrementando la severidad de los castigos.
Sin embargo, la herramienta más efectiva para combatir el tráfico ilegal es cambiar la mentalidad del consumidor, persuadirlo para tomar decisiones informadas antes de realizar alguna compra. De esta forma, extiendo la invitación para ser agentes de cambio y mejorar nuestro entorno.