Es increíble saber cómo el hombre puede cotizar todo bien que existe en este planeta, creyendo así que es poseedor, por principio, de cualquier cosa que hay en él, sin detenerse a pensar en si esto es cierto o no. Las implicaciones que conlleva son tan abrumadoras como alarmantes, pues, siguiendo esta lógica, podemos deducir fácilmente que quienes más poder adquisitivo poseen, mayores derechos tienen sobre los recursos que el mundo ofrece y, por ende, mayor derecho tienen de vivir en él.
A finales del año pasado una nota llamó mi atención de manera inmediata, y fue sobre la cotización del agua y su entrada a la bolsa de valores. Si bien es cierto que este recurso siempre ha tenido un costo en sí, ya sea como insumo o por su uso, nunca había sido un sector donde se mueve la economía mundial, esto provoca que su utilidad, precio y distribución sean puestos en un foco de interés no sólo ambiental-político, sino económico, permitiendo que este líquido cambie de ser un recurso natural a uno capital.
¿De qué manera sucede esto? Primero tendríamos que entender cómo funciona la bolsa de valores, un entorno donde cotizan distintos productos, empresas y entidades pertenecientes a mercados específicos, ya sea de materias primas, bolsa de futuros y bolsa de valores, por mencionar algunas, moviendo su precio según la oferta y demanda que tengan. Otro principio bastante simple es que entre más solicitado sea algún activo, mayor será su costo. Habiendo comprendido esto, no es difícil deducir que el vital fluido, el cual ha ido en decremento con el paso del tiempo, aumente su precio por esta razón, comenzando a ser cada vez más caro.
En un inicio, el precio del agua abrió en el mercado con un valor estimado de 10 mil pesos por aproximadamente 1.23 millones de litros. Parece poco, por la cantidad de la cual hablamos, pero es aquí donde entran en juego especulaciones acerca de la futura fluctuación de este mercado, basadas en la escasez proyectada.Hoy en día, hay quienes consideran que el negocio de este llamado oro azul jamás será remunerable por meras cuestiones de costos logísticos, sin embargo, si se considera que su valor está también al alcance de aquellos que obtienen las concesiones para su uso a grandes escalas, se ha comenzado a temer cualquier posible “mala praxis” para hacer esto rentable, tomando en cuenta que el mercado sabe de comercio y no de valores ambientales.
La Organización de las Naciones Unidas reconoció el derecho al agua potable desde el año 2010 y hay más de 2.2 millones de personas sin acceso a ella, prueba de que incluso con las existentes y las posibles políticas de protección, los riesgos siguen latentes.
Un ejemplo de cómo su manejo puede afectar al resto del mundo es la reciente tensión entre México y Estados Unidos, donde existe el tratado que regula de qué manera debe repartirse el contenido de los ríos Bravo y Colorado (los cuales se encuentran en los límites de las fronteras)bliga a nuestro país a abastecer al estado de California con las reservas de la Presa de la Boquilla, en Chihuahua. Poniendo en peligro los sectores agrarios de la región, causando una reacción en cadena y demostrando que cualquier privatización, control y uso de este sector tendrá afectaciones en otras áreas políticas, económicas y, aún más importante, ecológicas.
De manera recurrente se nos olvida que el dinero nos puede proveer de comodidades, pero no es, estrictamente hablando, una fuente de vida. Por ahora, será interesante atestiguar cómo progresa esta situación, y si el ser humano comienza a pensar que su efectivo no será lo que asegure su supervivencia, cuando los recursos naturales se agoten.
