“Pienso, luego existo”, en latín traducido como Cogito ergo sum, es una de las frases más famosas del filósofo francés René Descartes, la cual aparece reflejada en su obra Discurso del método en 1637.
El origen de esta famosa frase tiene un contexto filosófico en el cual el autor pretendía reflejar que la razón es la única que puede ofrecernos conocimientos certeros. En este sentido, pretende hacer de la filosofía una ciencia que vaya de lo simple a lo complejo, estructurada por la duda metódica, donde el primer punto que se propone es la evidencia, que reflejará la certeza absoluta, es decir, aquella de la cual es imposible dudar de su existencia.
Dicho lo anterior, y sin entrar de lleno al filosofismo moderno, podemos concluir que “Pienso, luego existo” confirma que existimos, al menos como seres pensantes, de modo que se puede cuestionar todo menos que dudamos, lo que para el filósofo dudar es una forma de pensamiento, por eso, si pensamos, somos, lo cual daría como consecuencia existir. Lo que a su vez pretende demostrar la existencia de otras cosas, a partir del reconocimiento de nuestra propia existencia.
Ahora bien, cuando uno piensa que la filosofía es una materia compleja y que uno no acabaría de comprenderla del todo, aparece la materia fiscal donde, con un sistema con tantas ideas y bases de diferentes épocas, se ha llegado a tener en muchas ocasiones más dudas que respuestas.
Tributo, luego existo, bajo el discurso que plantea René Descartes, podemos partir del artículo 31 fracción IV de nuestra carta magna donde deja clara la obligación de todos los mexicanos de contribuir al gasto público, este marco jurídico si bien establece los 4 principios contributivos (destino a gasto público, proporcionalidad, equidad y legalidad) que se deben considerar para el cumplimiento de nuestras obligaciones fiscales, también deja claro que no hay forma de librarnos de contribuir como mexicanos en nuestro país.
En nuestro sistema fiscal, antes de conocer algún incentivo para emprender, desarrollar una idea, crecer como profesionista o expandir tu empresa, primero se debe partir del cómo, cuánto y cuándo debo pagar mis impuestos, y ya de ahí planear nuestra existencia como sujeto pasivo (contribuyente) de la obligación fiscal, pues el sujeto activo es el Estado (recaudador).
Este análisis tristemente no se acostumbra realizar antes de comenzar un proyecto, pues nos segamos por las ganas de existir y dejamos en segundo plano pensar el cómo cumplir con la obligación de tributar, sin embargo, si estableciéramos un método al igual que lo plantea el método cartesiano, que es un procedimiento mediante el cual se trata de hallar la verdad, pudiéramos establecer una serie de elementos y pasos a seguir para conocer la forma de tributar según nuestra razón de ser como ente generador de riqueza, cuidando optimizar el pago de nuestros impuestos de una manera mucho más justa soportándonos sobre lo que señalan nuestras leyes fiscales.