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PANORAMA INTERNACIONAL

España: poder perpetuo

Por: DA. Javier Rueda Castrillón
Analista económico en diferentes medios; autor de artículos sobre política y economía
jruedac@me.com

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La exhumación del generalísimo Francisco Franco causaba un revuelo propio de populismo y estrategia distractora, los resultados socialistas no eran los esperados y al pueblo… ¡pan y circo! Casi cincuenta años de la muerte del dictador y, como un truco de magia capaz de sorprender a propios y extraños, el debate sobre un pasado enterrado lograba su cometido, Pedro Sánchez se volvía a vender como la gran esperanza política.

Tiempo ha pasado y, ante la falta de resultados y una pandemia que le valió el triste apodo de “el sepulturero”, la alianza con independentistas, etarras y todo lo que le permitiera quedarse en el poder ha llevado a Sánchez a una posición que, usted lo verá a finales de este año, le costará las elecciones generales. El tiempo siempre pone las cosas en su lugar, para Franco o Sánchez este dicho debe tener mucho más sentido, algo paradójico, pero con mucho sentido…

La democracia es así, capaz de dar y quitar, de colocar el mejor piropo y después, tras debacle y desilusión, caer en el peor de los olvidos. Para problemas enormes resultados radicales, fórmula que desde Vox o partidos de extrema funciona lo suficiente para participar en las decisiones y poner más leña al fuego. Ahora es la extrema derecha, aunque, si analizamos años atrás, Pablo Iglesias y su radicalismo marxista ganaba partidarios para un poder político que más tardó en aparecer (2014) que en decir adiós a cualquier inquietud política; yo sé lo que le digo, el tiempo…

Aquella política fina, de caché y alcurnia, promovida por Adolfo Suárez, disputada por famosos como González, Carrillo o Aznar, podríamos decir que ha muerto; en tierra de ciegos el tuerto es rey, Sánchez ha sabido estar en el lugar oportuno y ha jugado sus cartas sin tener ese alcance necesario para pasar a la historia ideológica. El oportunismo ha salido caro y la perpetuidad del puesto debe llegar a su fin, ante un Feijóo que se frota las manos, pero que desconfía ante las tretas del que se sabe fuera de la Moncloa.

La crisis catalana en septiembre del 2017, su falta de veracidad durante la pandemia, la búsqueda de una mayoría en el Parlamento en sociedad con podemitas, esquerras y etarras (ha leído usted bien), junto a la crisis migratoria africana y otra lista de desatinos, ha hecho de España un ecosistema político complejo que puede confundir a más de uno… Madrid es un ejemplo claro para entender que el viento no sopla siempre en la misma dirección: años atrás Carmena presumía su alcaldía entre izquierdistas, ocupas y personajes de rasta y botas. Almeida y Ayuso consiguieron revertir el rumbo con una mayoría que notaba como el Barrio de Salamanca, la Moraleja y el Viso ubicaban a la derecha en el poder.

Contrastes políticos que ponen las cosas un poco más claras, tanto como para entender que la gente se ha hartado de la política barata, de punks vestidos de Lacoste y fresitas pijoteros con pinta de malos. Volvamos al pasado, a la mesura y las ganas de hacer, a gobiernos con ideología perenne, partidos políticos que se puedan contar con los dedos de una mano y no ese manojo de opciones que terminan siendo un refrito de grilla insoportable.

No podía faltar un Felipe de Borbón, seguramente no le encuentre sentido a la sinrazón política española, ataviado con su traje y estilo monárquico, le resultará más cómodo no lidiar con la coleta de Iglesias o la desfachatez de Pedro, viendo como el independentismo gana poder o un Bildu que toma decisiones en una España constitucional capaz de aprobar semejante aberración.

Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, ¡pon la tuya a remojar! Perpetuidad presidencial, multitud partidista, polarización ideológica, fijación en el pasado y artimañas rastreras válidas en los que pareciera que el fin justifica los medios. El fin, ese está cerca.

Pd. España será UNA, GRANDE y LIBRE… sin que esto tenga que cimbrar el pasado, que no le dé tanto miedo las etiquetas, ¡es política!