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PUNTO VERDE

Fauna laboral, ¿explotación o necesidad?

Por: IA. Roberto Kevin Acosta Cornu
Analista en impacto ambiental y desarrollo social y económico
acostakevin005@gmail.com

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Los temas controversiales han estado a la orden del día, siempre en virtud de las diferencias en el pensamiento, muchas veces regidas por las costumbres o la educación. Imaginen que el desarrollo humano fuera diferente, un día nacemos y resulta que, aunque por “naturaleza” podemos reconocer cuál es el motivo de nuestra existencia, resulta que alguien se hace llamar nuestro “dueño” y decide nuestra finalidad de vida y nos orilla a satisfacer las necesidades que él tiene, y así es una y otra vez, incluso “produciendo” más iguales a nosotros para seguir con el cometido. ¿Les resulta agradable?

Pues ese es el principal argumento que desenfundan los criaderos de animales cuyo objetivo de reproducción lo basan en la necesidad, bajo la justificación de que para ello están siendo reproducidos y criados, qué gran dilema, ¿no? Pensar en que lo mismo hiciesen con nosotros ya no es partida justa. Si bien carecemos de la habilidad de entender y conocer la comunicación de los animales debido a su falta lingüística es obvio que esto no los hace carecer de conciencia y sentimientos, lo único de lo que faltan es de la autonomía y la capacidad de expresarse en contra de actividades que se les atribuyen inminentemente.

La fauna laboral existe desde que el humano comenzó a ser pensante y a desarrollar habilidades de crecimiento, conquista y expansión, y es justo ahí cuando surge la denotación de los animales como un recurso de provecho, esto responde a la creencia trascendente de suplir nuestras carencias apoyados de una herramienta para facilitar el desarrollo de diversas actividades. Hay muchas vertientes en el tema que generarían debates, por ejemplo, la domesticación de mascotas comunes (perros, gatos, aves) y la crianza de fauna laboral (cerdos, ovejas, vacas, bueyes, caballos), unos menos que otros o más plausibles, sin embargo, esto no quita que como seres humanos hayamos modificado el orden natural del paisaje, eliminando el salvajismo natural de las especies, pero jamás logrando echar a un lado la clara capacidad de resiliencia de las especies, porque aunque pensemos que algunas por naturaleza ya son domésticas o con un fin en particular, siguen persistiendo perfectamente en el ambiente natural sin ordenanza, demostrando una vez más que somos nosotros los apegados a dar una finalidad antinatural a nuestra relación con los animales.

Volviendo a la relación de mutualismo entre aprovechar la fauna laboral y garantizar una crianza óptima, está bien, se entiende que buscar la simbiosis es más bello que la explotación, pero no deja de serlo por más bonito que parezca. El hecho de criar para aprovechar corresponde a eso, una relación de aprovechamiento que por más cuidada que sea no elimina la finalidad; en diversos estudios se ha evaluado que la domesticación de animales y los criaderos han sido enormes pilares para la evolución de nuestra sociedad.

El problema viene en consiguiente, si bien esos recursos los obtenemos de manera “automática” y no es necesario participar en su obtención, ¿por qué hacer de la cacería un deporte? Lo antes expuesto es lo mismo que hacemos en las prácticas charras o taurinas, se cría para aprovechar, pero no aprovechamos un bien esencial, sino que satisfacemos necesidades banales o le llamamos “entretenimiento”.

Es justo esta la vertiente, las cosas no suenan tan mal cuando aprovechamos los recursos animales que hemos hecho vitales, cuando criamos fauna para utilizarlos como herramientas para actividades en el campo (sembradío, riego, arreo, acarreo), pero cuando añadimos retiro de hábitat natural, crianza bajo estrés, actividades antinaturales sólo por diversión, ¿sigue estando bien? La finalidad de plasmar la controversia es sencilla, es dar un punto de vista y tratar de exponerlo para que ustedes, como lectores, ya sean adeptos u opositores al tema puedan llegar a compartir una conclusión similar que les dé el argumento de paz definitivo a este debate en el que todos nos hemos visto inmersos. Por naturaleza, el humano impone y controla por ser “superior”, por sus capacidades lingüístico-sociales y la evolución que nuestra especie ha tenido, y de ahí deriva el menester de satisfacer carencias que vienen siendo tradiciones y costumbres culturales o religiosas, nuestra propia naturaleza nos lleva al debate, pero ¿si aceptamos la imparcialidad?

Como en todo existe lo bueno y lo malo, pero es enorme la diferencia entre lo natural y lo innatural, bastaría con que los adeptos acepten que llevan a cabo sus actividades por diversión, sin buscar justificar la naturalidad en sus actos y a nosotros, opositores, aceptar que el curso de la fauna laboral es un hecho histórico, que por más que trate de maquillarse, no deja de ser un proceso evolutivo y de aprovechamiento.