

Cuando era niño, mi padre decía que, si aspiraba a ganar bien, ni siquiera me hacía falta una licenciatura, pues con ser comerciante era suficiente para asegurar un buen ingreso. Su filosofía de pensamiento está tan arraigada en el dominio público que hay memes sobre el tema, un ejemplo es aquel donde comparan al profesionista viajando en transporte público frente al emprendedor de los tacos en su Hummer. Ello nos conduce a los problemas de la sobrecalificación y la subcalificacion, que están en función de los años de vida útil, la expectativa salarial, el alcance del trabajo, el nivel de los contratantes y sus prestaciones ofrecidas.
Desde aquí pudiésemos partir por preguntarnos si una carrera por sí misma es útil, la respuesta depende del área de especialización, como ejemplo tengo a mis alumnos telemáticos que, en su mayoría, truncan la carrera una vez adquiridos los conocimientos medios para dedicarse a laborar en uno de los campos mejor pagados de México como desarrolladores senior de software y mantenimiento de servidores empresariales; en tanto que mis alumnos de mecatrónica, más relacionados con el sector gubernamental o puestos quizás no tan bien pagados pero de alta incidencia poblacional, son más que requeridos de obtener un título que los avale como profesionistas, de este modo vemos que un título y una cédula son sinónimo de responsabilidad social.
Lo siguiente es preguntarnos si un posgrado es relevante, para ello –con años de experiencias propias– he de decir que tener una o varias maestrías no afecta, en tanto que doctorarse es casarse con la cada vez más competida vida laboral estatal y sobre todo académica, ya sea como investigador o profesor.
Cuando menos en México, si no es para trabajar en los corredores industriales especializados del país como aquellos de actividad aeroespacial o automotriz de Nuevo León o Querétaro, tener un doctorado es bloquearse la oportunidad de trabajar por sobrecalificación.
En última instancia, si uno ya decidió formarse como doctor, lo conveniente es doctorarse en el extranjero o en las universidades nacionales de amplio reconocimiento y, por último, en las universidades locales del país, esto es por el prestigio obtenido, el financiamiento otorgado, el grado y nivel de aprendizaje y las consecuentes oportunidades de desarrollo laboral. En resumen, titularse y posgraduarse tienen el siguiente rango de prioridades, si lo que se busca es un buen empleo:
Si la empresa o actividad objetivo no demanda alta competencia de aspirantes ni exige potenciales actividades de riesgo o responsabilidades sociales como construir edificios o puentes, ni está fuertemente vinculada con el estado, lo conveniente es una semicarrera o un modo trunco tipo pasante, créditos terminados o técnico superior universitario, en caso opuesto es conveniente y necesario titularse.
El posgrado, si se desea, es aconsejable sólo hasta maestría, tantas como se quieran. Si se desea una especialización puntual, y hay zonas y oportunidades de desarrollo, o se desea un futuro en la academia como docente o investigador, entonces lo conveniente es el doctorado, teniendo en mente que ya es un terreno competido a pesar de tener muchos logros y, si ese fuera el caso, es conveniente pensar en uno en el extranjero o en universidades nacionales reconocidas.
Debe recordarse que el éxito de la vida laboral depende del grado de conocimientos en el tema, así como el trato dado a las personas, si retomamos el ejemplo de los emprendedores de los tacos, la gente siempre regresará donde el taco es bueno y la atención también. Con o sin título y como lo indica la frase: “no sólo de pan vive el hombre”, el éxito de la vida en general dependerá del gusto por lo que uno hace, también como es dicho: “el mejor trabajo es donde te diviertes trabajando”.









