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La esperanza en acción

Por: MPO. Jennifer Amozorrutia
Experta en Cultura y Ambiente Laboral
jamozorrutia1@gmail.com

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La esperanza es un salvavidas que nos ha mantenido a flote. Sobre todo, en los últimos años en los que la pandemia nos ha enfrentado a retos tanto organizacionales como personales que muchos de nosotros experimentamos como grandes crisis. En estos casos la esperanza fue un bálsamo que nos ayudó a sobrellevar momentos difíciles y nos llevó a construir un mejor panorama. No sólo a nivel personal, sino también en nuestro trabajo y como organización.

La esperanza en el contexto organizacional

A pesar de ser un concepto muy coloquial, es importante definir qué es la esperanza, cómo se distingue de otros conceptos y cómo se desarrolla en el contexto laboral.

Existen diversas definiciones de lo que es la esperanza. A manera de síntesis, puede decirse que la esperanza es un patrón de pensamiento utilizado por las personas para buscar de una manera activa, creativa y constructiva diferentes caminos para lograr objetivos. Por lo tanto, nos ayuda a manejar dificultades, al idear alternativas o soluciones, amortiguando situaciones de estrés.

A diferencia del optimismo, que nos orienta a través de una expectativa de “todo estará bien” se haga lo que se haga, en el caso de la esperanza no sabemos cuál será el resultado o cómo será ese resultado. Esto hace que nos active y nos impulse a trazar estrategias para actuar y lograr ese objetivo o resolver ese problema. En las organizaciones, la esperanza es un potente impulsor de metas con beneficios en lo colectivo y lo personal.

La esperanza en acción

Este elemento tan importante para el capital psicológico de las personas y las organizaciones presenta grandes beneficios. Fomenta la creatividad, la innovación, la flexibilidad y el pensamiento constructivo. Asimismo, promueve la resiliencia, la inteligencia emocional y la perseverancia hacia el logro de metas. Ello impacta positivamente en los resultados, así como en la autoeficacia y la confianza. Las organizaciones pueden promover de manera consciente la esperanza dentro del lugar de trabajo, de manera constructiva y aterrizada.

  • Contagia la esperanza: personajes como mentores, líderes informales, colaboradores con años dentro de la compañía pueden ser promotores de historias que demuestren que es posible superar los obstáculos y crear nuevos escenarios. Sobre todo, a personal nuevo, desmotivado o con apatía.
  • Promueve el diálogo continuo: las campañas con mensajes positivos son útiles. Sin embargo, los mensajes deben estar relacionados con problemáticas, obstáculos y dificultades reales que viven los colaboradores. Por ello es fundamental mantener abiertos los canales de escucha, tanto organizacionales como personales, a través del diálogo líder-colaborador. De esta manera la comunicación interna puede ser alineada hacia la promoción de mensajes positivos, que guíen a los colaboradores hacia la resolución de problemas.
  • Cuida el “realismo”: es importante procurar no caer en el falso optimismo, ya que las personas pueden desmotivarse. Para ello es clave que los colaboradores sientan la suficiente autonomía para ser empoderados hacia metas u objetivos que puedan ir cumpliendo de manera realista.
  • Maneja las crisis: diseñar e implementar programas de manejo de crisis y contención de problemáticas da confianza a los colaboradores y brinda la certeza de que se puede encontrar la solución ante situaciones de alta complejidad.

Te invito a que estas perspectivas sobre la esperanza te hagan replantear lo que este concepto, tan coloquialmente usado, puede significar para tu organización. ¡Tengo la esperanza de que así sea!