Nada fuera de lo común es notar la presencia de cientos de sitios en redes sociales que piden ayuda para encontrar a un ser querido de un día para otro que, sin alguna advertencia previa, simplemente desaparece. La angustia entre los familiares y gente cercana se incrementa cuando ven pasar los días y las semanas y no hay noticias de ellos, en el mejor de los casos, la autoridad vencerá su poca capacidad de acción y encontrará la ubicación de la persona en cuestión regresándola viva al hogar del que partió.
Desafortunadamente, este es un ejemplo que ocurre a menudo en nuestro país y en todos los rincones del mundo, donde la razón principal de las desapariciones de mujeres y niños suele ser la trata de personas en sus distintas variantes: la explotación sexual, el trabajo forzado o el tráfico de órganos.
¿Qué es la trata de personas? Para contestar, me gustaría hacer un breve repaso por la evolución del propio delito y es que tiene mayor sentido si recordamos que desde el año 1500 Portugal se encargaba del comercio de esclavos africanos para trasladarlos a ciudades europeas, pero también para los trabajos forzados en la creciente América, donde se estima que llegaron al menos 12.5 millones de esclavos en un periodo de 350 años, siendo hasta 1866 la última vez que se tenga conocimiento de un viaje trasatlántico de este tipo a América. Para principios de 1900, la esclavitud evolucionó tras convertirse en la “trata de blancas”, nombre que se le concedió al tráfico de mujeres y niñas, blancas especialmente, de Europa del Este, quienes, mediante engaños, la fuerza o las drogas, eran obligadas a ejercer la prostitución en países distintos al suyo, el nombre “trata de esclavas blancas” hace alusión al color de piel de los miles de mujeres que fueron obligadas a la esclavitud con fines de explotación sexual.
Es importante mencionar que hasta poco antes de 1980, el delito de “trata de personas” implicaba trasladar de un lugar a otro a mujeres y niñas para explotarlas, después de la década de los 80 y con la aparición de Internet, se elimina esta modalidad como requisito sine qua non y se convierte en un delito que puede abarcar el mundo, pues los sitios de pornografía en Internet facilitan la divulgación.
Finalmente, en el año 2000 las Naciones Unidas adoptaron el “Protocolo de las Naciones Unidas para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niños”, en el que se amplía la definición a la sustracción de órganos, esclavitud y trabajo forzado.
Para alcanzar a vislumbrar lo complicado que es este delito, basta con ingresar a la página oficial de la Organización Mundial del Trabajo para conocer que hasta 2021 se estimaba que 50 millones de personas vivían en un tipo de esclavitud moderna, de este total, el 63% era para explotación sexual de mujeres y niñas, pero el otro 37% lo constituyen la extracción de órganos corporales, trabajos de servidumbre, mendicidad y recientemente el reclutamiento por los cárteles de la droga.
En México se ha hablado mucho de la trata de personas, pero sobresale un suceso en particular: Tlaxcala. Algunos medios, como el periódico Milenio, le han denominado “la capital de la trata”, entidad donde se engancha a mujeres a través de promesas de amor y de una mejor vida, donde suele haber bebés de por medio con el fin de garantizar que la mujer no escapará de su cruel destino en aras de proteger a su hijo, pero también existe el grooming como una nueva modalidad en la que un adulto atraiga a una menor para convencerla de enviar material fotográfico y videos para después encontrar la manera de explotarla.
De acuerdo con Hispanics in Philanthropy para Milenio, en Tlaxcala la edad promedio de las víctimas es de 16 a 22 años, “aunque también se habla de niñas de 10 años”, señala la organización. Jóvenes de entre 16 y 19 años son secuestrados para realizarles estudios de compatibilidad y extracción de órganos, mientras que otro grupo es enviado para trabajar en maquilas textiles, intercambio entre grupos del crimen organizado o enviados a Nueva York, Houston y Atlanta.
La evolución de la trata de personas o la esclavitud moderna ha ido añadiendo nuevas modalidades, alcances, medios y fines, pero el acto deleznable que es en sí misma perdura. Así como la opacidad de la autoridad para desenmarañar las profundas y gruesas redes que abarcan y rompen la vida de millones alrededor del mundo.