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CIENCIA Y TECNOLOGÍA

La guerra fría de las tarjetas gráficas

Por: LI. José Eduardo Carrillo Castillo
Gerente de sistemas e informática STRATEGA Consultores
eduardo.carrillo@strategamagazine.com

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Una tarjeta gráfica, también conocida como GPU (Unidad de Procesamiento Gráfico) es un componente esencial en las computadoras y dispositivos modernos que se encarga de procesar y renderizar imágenes, videos y gráficos en general. Piensa en ella como un cerebro especializado para el manejo de gráficos y visualizaciones. Mientras que el procesador principal (CPU) de una computadora se encarga de tareas generales, la tarjeta gráfica está diseñada específicamente para realizar cálculos complejos y procesar grandes cantidades de datos visuales de manera eficiente. En términos sencillos, es la responsable de que juegos, películas, diseños y aplicaciones con gráficos 3D se vean fluidos, realistas y con calidad visual. Sin ella, las imágenes y animaciones serían lentas y poco atractivas.

Con la llegada de las criptomonedas y la inteligencia artificial, el uso de las GPU se ha ampliado más que nunca, ya que se utilizan en la minería de criptomonedas y son extremadamente precisas a la hora de realizar cálculos necesarios para crear inteligencias artificiales. Es bajo este contexto que comienza un enredo geopolítico en una carrera crucial por ser potencia mundial en el dominio de estas tecnologías.

Hace apenas dos años se debatía sobre la legitimidad de las criptomonedas, y ni siquiera imaginábamos la llegada de la inteligencia artificial tal como la conocemos. De repente, en un abrir y cerrar de ojos, estas técnicas llegaron para quedarse. El bitcoin ya es aceptado como ETF tanto en Estados Unidos como en China, a través de Hong Kong. En Japón, el mayor fondo de pensiones del mundo se planteó usarlo y, por otro lado, Estados Unidos les pidió a China y Rusia no utilizar la IA asociada a sus armas nucleares, pero no respondieron a la petición.

De este tema surge una desesperada necesidad de Occidente de tratar de controlar con aranceles la creación de GPU, para detener a otros países en el desarrollo de más y mejores tecnologías apoyadas con IA. A todo este coctel hay que sumarle la importancia de los semiconductores, el ingrediente principal de las GPU.

El mayor ejemplo de estas tensiones fue Huawei al presentar su última laptop, pues pese a todas las sanciones impuestas por Estados Unidos a los desarrolladores de GPU y chips para no vender su tecnología a dicha compañía, la computadora desarrollada presenta el procesador de Intel, marca que se suponía ya no podría ser usada por la empresa china, por lo que se les acusó de montar fábricas clandestinas para realizar compras a los principales proveedores americanos y así evitar las transacciones.

Mientras todo esto sucedía, salió a la luz el sistema “Fire Factory” utilizado por Israel, el cual no es otra cosa que una inteligencia artificial que está ayudando a tomar las decisiones militares en su guerra contra Hamás. A su vez, existe una investigación sobre Meta, la compañía de Mark Zuckerberg, respecto a la entrada de datos para ayudar a eliminar objetivos de Hamás por medio de drones que emplean reconocimiento facial.

Otro contexto es que el creador de ChatGPT, Sam Altman, dijo en una entrevista en la Universidad de Stanford que su gobierno no va a escatimar en gastar los billones de dólares necesarios para conseguir la inteligencia artificial generalizada, la cual asegura que cada día está más cerca.

Esta creciente relevancia de las GPU ha desatado una intensa carrera geopolítica entre potencias mundiales como Estados Unidos, China, Rusia e Israel por dominar su desarrollo y producción. Las tensiones se han intensificado con acusaciones de espionaje industrial, sanciones comerciales y la militarización de la inteligencia artificial alimentada por GPU. Lo que comenzó como un componente para mejorar la experiencia visual, se ha transformado en un factor determinante del equilibrio de poder global.

En resumen, las humildes tarjetas gráficas han escalado de manera inesperada para convertirse en protagonistas de una nueva era de competencia feroz entre naciones, redefiniendo el concepto de poder e influencia en el mundo moderno al igual que la llegada de la bomba atómica y su constante disuasión nuclear en la Guerra Fría.