Sin que nos demos cuenta la palabra Data ha permeado cada aspecto de nuestra vida. Está presente cuando usamos el GPS de nuestro Smartphone, buscamos algo en Google, e incluso en las series de televisión que elegimos ver en Netflix o los videos que nos hacen reír en Youtube. Cada una de las tecnologías que se han ido infiltrando en nuestra vida recolecta información de nosotros. Esa información, a la que también se le denomina Data, constituye un océano de estadísticas, métricas y mediciones que en su conjunto constituyen lo que se acuña como Big Data.
¿Sus aplicaciones? Son muchas y variadas. Un ejemplo: gracias al análisis de este tipo de información los gerentes de mercadotecnia pueden saber cuáles son nuestros hábitos de consumo, qué marcas preferimos sobre otras y dónde gastamos más dinero. Pero la cosa no acaba ahí, el Big Data no sólo arroja mediciones generales como lo harían otros métodos tradicionales; con algoritmos previamente programados, cada vez es más fácil saber qué parte de un anuncio nos llamó más la atención, si lo vimos en el trabajo, en la casa o en un vistazo que le dimos al celular mientras esperábamos el autobús. Analizarlo nos permite saber cuántas veces la gente vio el anuncio en cuestión antes de visitar la tienda.
Los expertos dicen que las generaciones que vivimos en la actualidad aún no disfrutamos todos los beneficios del Big Data, ya que somos quienes están construyendo los cimientos de dicha tecnología. Estos datos no pueden existir si no han sido recolectados previamente. Así como la inteligencia artificial no puede funcionar si no se le programa su capacidad de reacción ante problemas específicos, la tecnología que aprovecha el Big Data debe ser construida con la capacidad de interpretar la enorme cantidad de información que la compone.
Lo invito a imaginar que en un futuro aparatos de nuestra vida cotidiana, como la taza del baño, podrán monitorear el estado de salud analizando nuestras heces fecales diarias, y así, poder detectar si sufrimos algún problema en nuestro páncreas, estómago o hígado con meses (o años) de anticipación. Ningún doctor podría adelantarse tanto como esta tecnología.
¿Y los monitores de actividad? En la actualidad son millones de personas las que generan Data mediante pulseras, relojes o collares que registran la cantidad de pasos, ejercicio, alimentación y hasta ciclos de sueño que se toman cada día. Es difícil adivinar todos los usos que podrán aprovecharse con esa información.
De acuerdo al investigador Riccardo Sabatini en su Ted Talk, celebrada en febrero, hablar de data en los humanos nos llevaría libros y libros para registrarlo en su totalidad, de hecho, el Data que constituye toda la información de un ser humano almacenado en dispositivos USB como los que usted usa en su trabajo, requeriría de dos barcos Titanic para almacenar la gran cantidad de memorias en que se guardaría toda la información pertinente.
Es difícil explicar este concepto sin caer en ambigüedades. La realidad es que no tenemos que entender el concepto para que impacte nuestras vidas, la tecnología ya lo está haciendo por nosotros. ¿Le pongo un ejemplo? Hablemos de política.
Muchos atribuyen la victoria del segundo periodo en la presidencia de Estados Unidos de Barack Obama al Big Data. Su cerrado triunfo sobre el republicano Mitt Romney se atribuye a una calculada estrategia que aprovechó los hábitos de consumo publicitario del ciudadano estadounidense para posicionar la imagen del candidato demócrata en los lugares y momentos correctos. Un tuit, resultado de búsqueda en google y apariciones publicitarias en programas de televisión bien posicionados en internet, permitieron que más y más personas fueran a votar a las casillas con las referencias positivas de la administración de Obama.
¿Cómo se logra la interpretación eficiente de esta información en un clima político? La realidad es que no está muy alejado del análisis mercadológico de una marca. Las comparativas parten del monitoreo de redes que conforman el llamado Internet 2.0.
¿Y las redes sociales? El trabajo del equipo de campaña no se limita a su capacidad de reacción ante información positiva o negativa que surgió mientras avanzaba el calendario electoral, la predicción del comportamiento en el usuario que visitaba Facebook y Twitter fue crucial para diseñar publicidad que influyera en la percepción del público sobre Obama. Se lo describo en términos más simples, en la política el votante suele inclinarse por el candidato que mejor ubique sobre el que le parezca “más gris”. ¿Hubo un efecto devastador en la manipulación del Big Data en esos comicios electorales? No, pero los puntos porcentuales que beneficiaron al demócrata, fueron todos los que necesitaba para ganar una elección reñida.
La ventaja del análisis político en Big Data sobre otros métodos convencionales, fue que donde se estudiaba a 100 o 1,000 votantes, ahora se podía estudiar en tiempo real a millones.
Pero es la misma política la que en otras ocasiones nos demuestra lo poco que sabemos aún del Big Data; el algoritmo programado por el NY Times, le daba al republicano Donald Trump únicamente un 5% de posibilidades de ganar las elecciones ante Hillary Clinton. La realidad demostró que el “sofisticado” programa no fue capaz de predecir la clara victoria de Trump en los comicios del 2016.
¿Dónde estuvo la falla? La programación de análisis de Big Data sigue sujeta a la subjetividad humana, los parámetros que para una persona pueden ser importantes pueden ser menos relevantes para otro. Y en esa diferencia de jerarquía de información, pueden existir tantos resultados dispares como existen estudios de mercado que se contradicen entre ellos.
Hablemos por ejemplo de México, donde el entendimiento del Big Data es aún más limitado. Los comicios electorales del 2015 por parte del PRI siguieron una línea de estrategia digital muy clara: posicionar HTs y memes atacando a sus rivales políticos. El problema de coordinar a los distintos equipos de campaña en varios estados con esta estrategia, es que los programadores encargados de las áreas digitales se limitaron a crear bots o pagar por cuentas falsas que posicionaban dicho contenido, sin que el usuario promedio se diera cuenta de lo que estaba pasando. Imagine a dos niños jugando a “las guerras”, solamente ellos dos se enteran de lo que están haciendo mientras los demás los ignoramos.
La interpretación y estudio del Big Data nos ayudará a descubrir cosas que nunca imaginamos. Donde los científicos podían estudiar 90 supernovas con un telescopio en Chile durante un par de años, ahora pueden analizar millones de estos fenómenos astronómicos al mismo tempo, cambiando la forma en que estudiamos el cielo.
Donde antes se analizaba el genoma humano para detectar males congénitos, ahora se extenderá el estudio en tiempo real de cada persona que vive en el planeta. Es más, la ingeniería del Big Data en el control social permitirá a la policía detectar posibles conductas homicidas o peligrosas en una persona, mucho antes de que el individuo cometa algún crimen.
De cierta forma, Big Data, en ocasiones, es una forma amable de referirnos a un “Big Brother”
Pero donde existe el estudio exacto de ciencias como la física y la química, hay otros estudios tan complicados como los que se centran en la conducta humana, porque donde se aplica la interpretación las computadoras aún tienen problemas para comprender y valorar las cosas como nosotros. Por el simple hecho de que nadie percibe igual las conductas.
Antes de los comicios electorales que le dieron el triunfo a Donald Trump, pudimos haber pensado que el Big Data estaba listo para tomar un papel activo en la democracia de los países. Pero con el fracaso de los algoritmos que fueron creados para predecir un resultado que nunca ocurrió, sólo queda claro que aún tenemos mucho camino por recorrer.