¿Por qué hablar de pandemias? El caso del COVID-19
Apenas en los primeros meses del 2020 resultaba difícil encontrar a alguna persona que no supiera lo que es el coronavirus. La pandemia, que inició en el continente asiático, cobró fuerza en pocos meses y afectó a prácticamente todos los continentes del mundo, poniendo a prueba protocolos de salud tanto nacionales como internacionales.
No es un padecimiento letal para todos los que contagia, siendo los adultos mayores y aquellos con enfermedades previas los que presentan un mayor riesgo de morir por el COVID-19.
Con el arribo de las redes sociales, destacó el surgimiento de teorías y narrativas que han intentado explicar el origen de este virus. Algunos mencionan que corresponde a una supuesta predicción de Nostradamus, mientras otros acusan a diversos países de haberlo “creado” para atacar a la nación china.
Aunque para muchos las explicaciones sobrenaturales pueden parecer ridículas, lo cierto es que pandemias han sido vistas como un tema difícil de comprender desde la antigüedad.
Sus orígenes…
El día que los humanos dejamos de ser nómadas y nos volvimos animales sedentarios, aprovechando la agricultura y la ganadería, comenzamos a sentar las primeras bases para que las pandemias atacaran a nuestra especie.
Según la OMS, “se llama pandemia a la propagación mundial de una nueva enfermedad”. En un aspecto histórico han sido llamadas plagas o pestes, y en algunas civilizaciones –como la griega– tenían connotaciones religiosas y eran vistas como “castigos divinos”.
Sin embargo, con un enfoque rigurosamente científico, usualmente son causadas por un virus nuevo o una bacteria que se vuelve resistente a los antibióticos. Normalmente, toman fuerza cuando mutan y adquieren una mayor facilidad para infectar humanos. Un ejemplo fue la peste negra, que surgió en 1350 y cobró la vida de cientos de miles de personas.
En el caso de la influenza, los brotes de temporada suelen ocurrir por una variante de un mismo virus, como el llamado H1N1 que, en 2009, ocasionó estragos en la salud mundial. Dichos virus son difíciles de controlar y predecir, ya que suelen transformarse y se calculan millones de variables en el mundo.
Las personas, al ser inoculadas contra la influenza, reciben un “coctel” de vacunas diseñadas para prevenir algunas de las manifestaciones más frecuentes que se tienen registradas en la región, sin embargo, no garantiza la completa inmunidad a casos similares, pero de distinto tipo.
Es importante, entonces, diferenciar que las características de un virus nuevo lo vuelven inmune a los remedios comunes para el tratamiento de infecciones parecidas, incluso ocurre que la administración de medicamentos puede “enmascararlo”, pues se eliminan algunos síntomas en el paciente, pero no se le cura, lo que a la larga puede traer peores consecuencias.
Aunque en México el tema de la automedicación no ha sido controlado por el sector de salud gubernamental, es cierto que la influenza tendrá un menor impacto en nuestro país por sus condiciones climatológicas, geográficas y tráfico de extranjeros. Sin embargo, las recomendaciones no dejan de ser necesarias, como lavarse las manos y asistir con un doctor para el diagnóstico.
Con el paso de los años y el avance tecnológico, la humanidad se ha preparado para combatir este tipo de pandemias y nos hemos alejado de las grandes enfermedades que azotaron a otras civilizaciones. Pero el futuro no garantiza que nuestros sistemas de salud estén a salvo ante el surgimiento de otro virus. Por ahora, al menos, los expertos aseguran que el coronavirus no será la infección que ponga fin a nuestra especie.