“La vida del abogado está expuesta permanentemente a tentaciones y flaquezas. Bajo el puente de nuestra profesión pasan todas las miserias del mundo. Se dice, por ello, que la abogacía puede ser ‘la más noble de las profesiones o el más vil de los oficios’ [Couture]”. José Campillo Sáinz.
En México, el 12 de julio se celebra el día del abogado. Dicha conmemoración comenzó a partir de 1960, cuando el periódico El Diario de México solicitó al presidente Adolfo López Mateos que se proclamara una fecha para estos profesionistas, siendo una remembranza de la fundación de la primera cátedra para la enseñanza jurídica en la Nueva España, un 12 de julio de 1533.
Esto derivó en la formación de la Real y Pontificia Universidad de México antecedente de la actual Universidad Nacional Autónoma de México. A partir de entonces, la enseñanza de la jurisprudencia se impartió en todas las instituciones de nivel superior en el país.
A pesar de la noble finalidad de la profesión, la persona que no es jurista, es decir, que no es el abogado que defiende una causa o el juez que dicta sentencia, tiende a criticar la carrera, llegando a la burla y la sátira. Todos hemos escuchado bromas que tienden a menospreciar al licenciado en Derecho, resaltando corrupción o vicios, además de expresiones como “los juicios los ganan los abogados y los pierden los clientes”, son producto de los leguleyos y de los huizacheros, personas que ejercen como abogados, algunos con cédula profesional, pero que sólo siguen fórmulas e ignoran cómo funcionan las cosas, buscando prolongar pleitos y no hallar soluciones.
Si bien existe está clase de individuos dentro del gremio, hay muchos más que postulan con la dignidad y el decoro suficiente para con sus clientes y en sus funciones públicas, por lo que la dignidad del abogado es trascendental para la correcta marcha del Estado de Derecho.
Para delimitar las bases deontológicas a la que todo técnico del Derecho debe sujetarse, varios autores han publicado mandamientos, decálogos o postulados de abogado, resaltando los de Ángel Ossorio y Gallardo y Eduardo J. Couture:
Aunado a lo anterior, y en busca de esta dignidad y decoro a la profesión jurídica, abogados de diversas latitudes se han organizado para formar Colegios de Abogados, resaltando la Barra Mexicana, Colegio de Abogados, con distintos capítulos en varios Estados de la República.
Estas organizaciones buscan la colegiación obligatoria de los abogados para brindarle mayor seguridad a las personas que requieran servicios legales, para lo cual los agremiados deberán especializarse en una o varias áreas del Derecho.
En concordancia con esto, han surgido firmas “boutique”, que contrastan con los antiguos despachos de abogados (tratados como “vacas sagradas”) que atendían asuntos de toda índole. La calidad de “boutique” se refiere al alto grado de especialización de sus integrantes en una rama específica, para satisfacer las necesidades que sus clientes exigen.
Si usted pretende contratar servicios legales, se recomienda acudir con un profesionista entendido en la materia. Es muy común que, ante un problema laboral, por ejemplo, el empresario acuda con la persona encargada de recursos humanos de su empresa o, si es de índole fiscal, con el contador, en lugar de ir con un abogado.
Si bien la idea natural es confiar en el abogado de mayor edad, ya que se percibe que tiene más experiencia, esto puede ser erróneo. Debemos precisar que el Derecho positivo, léase las leyes y ordenamiento aplicables, siempre está en constante cambio, la misma sociedad se transforma con el paso del tiempo.
En ese entendido, es probable que el recién egresado de una institución de estudios superiores conozca más acerca del procedimiento penal acusatorio –por poner un ejemplo– que el abogado con treinta años de práctica. Ante estas circunstancias, todo abogado debe estar en incesante actualización y especialización bajo el riesgo de tener una desventaja competitiva ante sus colegas.
A su vez, el abogado debe adentrarse en las herramientas tecnológicas que tiene al alcance, incluso en el uso de redes sociales para compartir conocimiento o como marketing y dar a conocer sus servicios ante terceros.
El mundo jurídico y sus ramas no se limitan a “embargar planchas” o “sacar borrachos de la cárcel”, como comúnmente menciona el vulgo. El jurisconsulto tiene un gran ámbito de actividad con temas que ya resultan gastados, pero inconclusos como el aborto o la legalización de drogas, así como más novedosos como la bioética o el derecho informático.
Finalmente, hay que puntualizar que la piedra angular que caracteriza a un excelente abogado y que reafirma todo lo dicho hasta este punto, es la vocación. Sin esto, el profesionista no tendría la pasión suficiente para enfrentar los retos que impone la vida profesional y no sobresaldría del resto. Si ya tiene un abogado de cabecera con estas características, consérvelo; si no es así, búsquese uno.