Frente al dilema entre elegir un producto orgánico o uno convencional, algunos consumidores optan por los precios accesibles, la mejor variedad y duración de lo convencional; mientras que otros relacionan los orgánicos a un mejor sabor, mayor seguridad y nutrición.
Los alimentos orgánicos se producen a través de prácticas agrícolas en las que se utilizan sustancias naturales, no contienen aditivos ni conservantes, y no están modificados genéticamente. Por lo tanto, ¿son de mayor calidad?, el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica) responde a esta pregunta lo siguiente: “De acuerdo a Rembialkowska, en su artículo La calidad de los alimentos producidos orgánicamente, la calidad puede considerarse una característica compleja de los alimentos, que determina su valor o aceptabilidad para los consumidores. Desde un punto de vista integral, puede considerarse que los productos orgánicos diferencian su calidad al poseer valores adicionales, como los beneficios al ambiente y la justicia social”.
La realidad es que no todos los productos orgánicos brindan beneficios sustanciales en comparación a los convencionales. Los estudios comparativos son tan diversos y los resultados inconsistentes como para poder emitir un juicio concluyente.
Aun siendo tema de muchas investigaciones, no existe información suficiente para afirmar que las frutas y verduras orgánicas son más saludables, la diferencia en niveles de vitaminas y minerales no es significativa y su cultivo no afecta el sabor. El consumo de este tipo de alimentos puede reducir el contacto con residuos químicos y plaguicidas, sin embargo, los beneficios que brinda sobrepasan los riesgos de ingerirlos sin un certificado ecológico.
Al comprar productos orgánicos de origen animal se evitan los antibióticos y las hormonas que se administran en las granjas mediante otros métodos, y los lácteos suelen contener más ácidos grasos Omega-3, hierro y vitamina E; no obstante, poseen menor cantidad de selenio y yodo, esenciales para el funcionamiento del sistema nervioso y la tiroides.
En cuanto a los procesados como: galletas, cereales y refrescos, frecuentemente contienen igual cantidad de calorías, azúcar y sal que los convencionales; sólo son de una calidad ligeramente superior.
Pese a los pros y los contras, el primer inconveniente que los consumidores enfrentan es el precio. Los productos orgánicos tienen un costo mayor debido a que la mano de obra es más intensa, se paga más por la alimentación animal y, a diferencia de la agricultura tradicional que hace uso de toda su tierra para sembrar, los agricultores rotan sus cultivos para mantener el suelo saludable. Por ende, el rendimiento de su labor suele ser menor; este tipo de granjas producen 25% menos.
Entonces, ¿por qué la demanda aumenta continuamente, así como su expansión a más categorías en el mercado? La respuesta es simple: la integridad de los productos orgánicos es altamente apreciada por los consumidores.
La obtención de artículos confiables, certificados y sustentables se ha convertido en prioridad de muchos ante un panorama donde padecimientos cardiacos e inmunológicos van en aumento, y enfermedades como el cáncer y la influenza son una amenaza. El precio no es tan importante cuando se busca salud general y prevención de enfermedades.
Aunado a esto, el calentamiento global ha sensibilizado al público y ha despertado el interés por artículos que garanticen el respeto ambiental y propicien una economía sostenible, lo cual da ventaja a las prácticas orgánicas, al ser diseñadas para reducir la contaminación y preservar la biodiversidad, los ecosistemas locales y la salud del suelo.
¿Orgánico o convencional? Ambos mercados pueden ofrecer calidad. La decisión se debe tomar en función a preferencias y valores personales.