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PUNTO VERDE

Economía verde

Por: IQ. David Daniel Andrade
Ingeniero químico; líder del Área de Investigación y Desarrollo de Componentes, en la industria automotriz
daviddaniel.andrade@outlook.com

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Ante la incertidumbre actual que se vive por el impacto de una de las peores crisis económicas en décadas –desencadenada por factores políticos como la guerra silenciosa que se disputa entre China, Rusia, Estados Unidos y países de oriente, los efectos y secuelas que ha dejado el COVID-19, así como nuestra poca creatividad gubernamental– se ha hecho evidente la necesidad de modificar nuestra estrategia actual y presentar una más eficaz, la cual no sólo se base en promover de manera eficiente nuestros recursos, sino de forma inteligente.

Si bien es cierto que ahora las apuestas serán de modo práctico, sería un estupendo momento para replantearse si los modelos económicos actuales son los correctos, y es que el camino fácil no suele ser el mejor a largo plazo.

Frente a todas las posibles opciones que se tienen, destaca una que ha sido propuesta en el pasado e implementada a medias, sin compromiso, la cual podría lograr el famoso “ganar-ganar” para todos. Hablamos de la Economía Verde, un modelo que procura integrar tres vertientes principales de la sustentabilidad: la sociedad, el medio ambiente y, por supuesto, el recurso económico, con el fin de promover el bienestar mayor y atacar de manera efectiva el desgaste ecológico global. Algo que nos demostró el desplome de la banca petrolera durante el mes de abril es que la fe ciega que teníamos en los hidrocarburos ya no es la respuesta.

Las tres medidas que plantea esta atractiva opción se pueden clasificar de la siguiente manera:

  1. Evaluar la relación entre el factor inversión con los sectores “verdes”.
  2. Impacto del desarrollo en función del agotamiento de recursos.
  3. Análisis del crecimiento de bienestar social y del acceso a recursos básicos, como educación, salud o seguridad social.

Con base en estas tres consideraciones, se toma en cuenta que no todo depende del enriquecimiento del bolsillo de algunos a corto plazo, sino que se apuesta a la prosperidad en un periodo largo.

Nos preguntaríamos: ¿acaso esto es algo nuevo? La realidad es que no, todos estos modelos han sido propuestos desde hace, al menos, una década, y si bien México fue y es uno de los países que “supuestamente” los siguen, distamos considerablemente de aquellos que los han puesto en marcha de una manera correcta, como Alemania, Dinamarca, Países Bajos y Finlandia.

A mediados de abril se decidió seguir con el mismo curso en proyectos nacionales (mencionados con anterioridad como considerablemente dañinos para sus ecosistemas respectivos), por lo que es interesante observar qué postura se tomará a partir de este punto y, como es costumbre, no nos queda más que cuestionar si la idea que se tiene de prosperidad se ajusta a la satisfacción de todos.

Debemos recordar que el compromiso viene del aspecto cultural, y nace por el amor que tenemos a nuestras raíces.