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La nueva era de la ciudadanía digital

Por: LD. Cintya Jiménez Flores
Gerente Jurídico en Análisis de Operaciones STRATEGA
cintya.jimenez@strategamagazine.com

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Si un automóvil autónomo atropella a un peatón, ¿de quién es la responsabilidad? ¿Del dueño del vehículo o del dueño intelectual de la inteligencia artificial (IA)? El impacto positivo que han tenido los avances en el mundo de la tecnología es inmensurable; día tras día surgen gigantescos progresos en distintos ámbitos y, en especial, en el mundo de la IA. Esto ha causado un efecto poderoso, transformador e innovador en muchos aspectos de la vida cotidiana, estableciendo un entorno digital interconectado, que va desde el mundo del entretenimiento y  el transporte hasta la atención médica y la redistribución real del poder.

Sin embargo, su crecimiento vertiginoso ha dejado al descubierto un vacío regulatorio que plantea desafíos que se deben analizar e indexar, pues no hay que ignorar la falta de concientización que existe; la complejidad inherente a estas tecnologías dificulta la creación de regulaciones y emana interrogantes legales, sociales y éticas, así como la inseguridad que incide en ese universo digital por la ausencia de estándares normativos específicos, al igual que un control efectivo de las actividades que devienen de su aplicación. Dado que, si al momento de su desarrollo o ejecución pasamos por alto los factores éticos y legales, la IA puede convertirse en un arma y menoscabar los derechos humanos básicos como la privacidad, la no discriminación, la transparencia en algoritmos y en decisiones automatizadas en un escenario interconectado; el gran desarrollo tecnológico y su aplicación en la vida diaria ha motivado que el Derecho esté desfasado respecto de los fenómenos que se deben regular.

Es por el planteamiento de estos dilemas éticos y legales, a medida que estas innovaciones se integran más en nuestras vidas, que surge la Ciudadanía Digital, como la extensión de los derechos humanos a un entorno digital. No obstante, se requiere un enfoque acelerado y heterogéneo, las tecnologías innovadoras se están fusionando y creando nuevas conexiones, transformando diversos sectores. Tal como sucede con los famosos deepfakes, que suelen ser noticia por su mala utilización, un ejemplo fue la controversia que paralizó Hollywood por meses, ya que después, de los contratos abusivos que otorgaban, no regulaban el uso desmedido de las réplicas digitales de actores y registros de voz con los que contaban grandes estudios y plataformas de streaming. Es por eso que se limitó el uso de la IA en la industria. Ahora bien, lo anterior fue un logro aislado, aún está la tarea de rellenar los huecos legales, manejar los riesgos y asegurar los beneficios de la tecnología.

Aun sí, los deepfakes representan ahorro de costos y las réplicas digitales son una opción que algunas empresas han empezado a explotar. Tal es el caso de Hour One, que “convierte automáticamente texto en video, con humanos virtuales”; cuenta con un catálogo de 100 personajes de distintas edades, géneros y características étnicas, quienes fungirán como presentadores y son copias clónicas digitales precisas de personas reales que han vendido sus derechos de voz e imagen. Pero ¿qué sucede con esas réplicas cuando salen a reproducirse fuera de nuestro control? ¿Qué pasa si nos arrepentimos de haber dado nuestra imagen y voz a una marioneta virtual?, en caso de haber consentido tal hecho, porque hay escenarios donde los usuarios hacen uso del deepfake sin consentimiento.

Por otro lado, se encuentra el avance revolucionario en dos campos tecnológicos disruptivos: la IA en fusión con las criptomonedas. A medida que estas innovaciones ganan terreno, el debate sobre la falta de reglamentación y la ausencia de estándares claros y globales en torno a la relación de la IA y las criptomonedas ha cobrado fuerza, planteando interrogantes sobre su impacto social y económico, debido a las implicaciones éticas de la IA, como la discriminación algorítmica y la pérdida de empleos por la automatización; y, por otro lado, la naturaleza descentralizada y operada en el blockchain de las criptomonedas, las cuales, a falta de supervisión centralizada y regularizaciones, han suscitado preocupaciones en torno a la seguridad, la volatilidad y su uso ilícito.

Estos son unos ejemplos que evidencian que, a pesar de los esfuerzos por desarrollar regulaciones, el avance imparable de la tecnología a menudo supera la capacidad de los gobiernos de mantenerse al día y, como la Ciudadanía Digital en la Era de la Inteligencia Artificial, requiere un enfoque multifacético para aprovechar las ventajas que aporta a la vida de las personas y mitigar sus riesgos, es imperativo establecer marcos legales que exijan transparencia en el funcionamiento de los algoritmos y sus sistemas.